Visto y Leído

[Sobre Biblioteconomía y Documentación, Recuperación de Información, Lógica, Inteligencia Artificial]

¡Importante! esta página hace uso de estilos recogidos en la especificación CSS2, no soportados por el navegador que está utilizando. Por favor, lea esta recomendación al respecto.

Sobre este sitio

Selección de artículos, ensayos, noticias, entrevistas, reseñas, y otro tipo de textos, publicados en medios impresos y digitales, sobre Biblioteconomía y Documentación, Recuperación de Información, Lógica, Inteligencia Artificial, y áreas afines del conocimiento, sin descartar la inclusión ocasional de textos relativos a la actualidad política y social.

Archivo de anotaciones

Guardado por meses.

Enlaces a otros sitios

Temáticas afines

Política, sociedad

Fuera de contexto

Lecturas recomendadas

De Jacques Derrida, en Derrida en castellano:

Varios

Esta página traducida:

Traducción al catalán, internostrum; traducción al portugués, universia.

Búsqueda con Google
 

Búsqueda con Yahoo!
 

Búsqueda con AlltheWeb

Agregue este sitio a su lector de "feeds" (sindicación mediante el sistema Atom).

En esta página:

Antoine de Saint-Exupery

Días atrás se ha conocido la noticia de la confirmación de que los restos hallados hace cuatro años, frente a las costas de Marsella, pertenecen efectivamente al avión que pilotaba Saint-Exupery en la que a la postre fue su última misión, de modo que el misterio de su desaparición y presumible fallecimiento, queda parcialmente aclarado.

Hallados restos del avión del autor de 'El Principito' - Frente a la costa de Marsella

Fuente: El Mundo, 08/04/2004
Url documento: http://www.elmundo.es/...

Restos del avión del piloto y escritor francés Antoine de Saint-Exupery, el autor de 'El Principito', han sido encontrados frente a las costas de Marsella (sureste) 60 años después de su desaparición, informó el Departamento de Investigaciones Arqueológicas Submarinas (DRASSM).

Saint-Exupery desapareció el 31 de julio de 1944, después de partir de la isla de Córcega a bordo de su Lightning P38 para una misión de reconocimiento destinada a preparar el desembarco aliado en Provenza.

Una pieza del avión, localizada al este en la isla de Riou, el mismo lugar donde un pescador había encontrado en 1998 una pulsera con el nombre del aviador, ha sido formalmente identificada como perteneciente al aparato de Saint-Exupery, según el DRASSM.

"El avión se cayó en la zona de Roiu", según el conservador jefe de patrimonio del DRASSM, Patrick Granjean, quien aseguró que el hallazgo de los restos no resuelve el misterio del accidente.

"No se sabe por qué ocurrió y probablemente no lo sabremos jamás", añadió.

La pieza del Lightning 38 fue detectada por un submarinista profesional, Luc Vanrell, en mayo de 2000, aunque los expertos tuvieron que esperar hasta octubre de 2003 para obtener la autorización de sustraer los restos.

Las técnicas de limpieza, una vez fuera del mar, permitieron descubrir una inscripción de cuatro cifras, 2734, que corresponde a la matrícula militar del avión de Saint-Exupéry, según la tabla del 'US Air Force'.

Saint-Exupery escribió, entre otras obras memorables, 'El Principito', traducido a 118 lenguas y uno de los libros más vendidos del mundo, después de la Biblia y de 'El Capital' de Carlos Marx, con más de ocho millones de ejemplares.

Durante la II Guerra Mundial, intervino en la misión de Arras en 1940, antes de instalarse más tarde en Nueva York, donde aseguró que "la guerra no es una aventura. Es una enfermedad como el tifus", lo que le valió las críticas de los seguidores del general Charles De Gaulle.

Sin embargo, en 1943 volvió a luchar en la guerra, y eso a pesar de que era considerado "demasiado mayor" para pilotar. Su insistencia le permitió llevar a cabo varias misiones hasta la del 31 de julio de 1944, cuando partió de Córcega y ya no volvió.

[Efectivamente, en mayo de 2000 podíamos leer, en ABC por poner un ejemplo (edición 25/05/2000), la siguiente noticia:]

Un buzo de Marsella afirma que ha encontrado el avión de Saint-Exupéry

Un submarinista de Marsella ha descubierto los restos de un avión militar que pudo ser el que pilotaba Antoine de Saint-Exupéry el día de su desaparición, el 31 de julio de 1944, confirmando los indicios que pudieran comenzar a esclarecer, algún día, el impenetrable misterio que continúa rodeando la desaparición del aristócrata, aviador y autor del libro más vendido de la historia de la lengua francesa contemporánea.

En 1998, un pescador ya encontró en la bahía de Marsella un brazalete que llevaba grabado el nombre de su esposa, Consuelo, y pudo ser el regalo del editor norteamericano de «El principito», escrito y publicado durante el exilio neoyorquino, en plena Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la familia Saint-Exupéry se reserva el día y la fecha exacta en que dará a conocer su opinión al respecto.

Las relaciones entre Consuelo Suncín de Sandoval con la familia de su tercer esposo siempre fueron muy difíciles y complejas, y la celebración del primer centenario del nacimiento de Antoine Jean-Baptiste Marie Roger de Saint-Exupéry (29-6-1900/31-7-1944) no ha resuelto ninguno de los viejos contenciosos familiares. Bien al contrario. Los hagiógrafos de Consuelo y Saint-Exupéry continúan debatiendo sobre los orígenes y secuelas de complejísimos problemas de amor, honor y memoria.

Mientras la Francia oficial continúa multiplicando los homenajes que culminarán dentro de unas semanas, Lue Vanrell, propietario de una tienda especializada, submarinista él mismo, en la bahía de Marsella hizo público ayer el penúltimo descubrimiento: los restos de un avión militar, francés, que, según él, pudieran corresponder a los del Lockheed «Lighting P38», de tipo J, modificado en F59, semejantes a los del aparato que pilotaba el legendario escritor-aviador el día de su misteriosa desaparición. Vanrell no quiere desvelar por el momento el lugar exacto en el que localizó los restos del avión por temor a que la información incite a los Piratas de reliquias submarinas. Según el buzo, los restos están muy dispersos por el fondo del mar, debido a que se trata de una zona en la que faenan los pescadores, que con sus redes, los han ido moviendo sin saberlo los últimos 46 años.

El descubrimiento de la pulsera-brazalete, en 1998, abrió una página inédita del misterio Saint-Exupéry. El descubrimiento, ayer, de un avión que pudiera ser el del autor de «El Principito» abunda en la misma tierra de nadie, en algún lugar de la bahía de Marsella.

Ante el optimismo del pescador que hace dos años, encontró el posible brazalete de Saint-Exupéry, y el nuevo descubrimiento del posible avión de la leyenda, las autoridades y los especialistas oficiales guardan un silencio muy prudente.

El nuevo hallazgo fue sometido, ayer, a los especialistas en arqueología marina y submarina del Ministerio de la Defensa, a la espera de un estudio oficial y definitivo. Se sabe muy poco sobre el origen exacto de la desaparición de Saint-Exupéry. No está claro ni confirmado que su avión fuese abatido por los alemanes. Tampoco es posible decir gran cosa de un posible accidente, a la espera del estudio de los posibles restos de su avión. Queda una evidencia: Antoine de Saint-Exupéry ya había sufrido varios accidentes graves, y no se encontraba en una forma física ideal. Nos queda, también, una formidable leyenda, que, con motivo del centenario de su nacimiento, el 29 de junio próximo, continúa alimentándose con una interminable relación de libros, estudios, biografías y revisiones de una obra poética sin duda única en la historia de la lengua francesa contemporánea.

[Por otra parte, en la revista El Cultural dedicaron en ese mismo año (28/06/2000) una serie de artículos al autor de El Principito, al cumplirse 100 años desde su nacimiento:]

Saint Exupéry a los cien años

Lo esencial, decía el pequeño príncipe, es invisible a los ojos. También lo es el influjo que Antoine de Saint-Exupéry ha ejercido sobre tantas generaciones de jóvenes cautivados por la inocencia y la melancolía de su personaje más conocido. Pero Saint-Exupéry, piloto y poeta, fue algo más. Por eso, y porque mañana hubiese cumplido cien años, El Cultural intenta redescubrirlo con la ayuda de Juan Bonilla, que sobrevuela su vida y su obra, de Espido Freire, que descubre los matices de 'El Principito' y de Darío Villanueva, que reseña el último libro aparecido en España del escritor.

Saint-Exupéry viento, arena y estrellas

Todos sus libros nacían de experiencias biográficas, y aunque se cobijaran bajo el disfraz de la novela de aventuras, más bien resultaban capítulos de unas memorias intermitentes

Ante la necesidad de elegir entre ser Homero o ser Ulises, hay quienes optan por ser ambos: el héroe capacitado para cantar sus propias hazañas sin ayuda del bardo inmóvil, el bardo que antes de ponerse a cantar necesita recorrer mundo y sentir las amenazas del peligro. Saint-Exupéry perteneció a ese raro elenco de criaturas que hacen de su propia vida materia para contar y no han de aguardar a que otros la aprovechen para fabricar cuentos. De ahí que, a pesar de lo excepcional de su biografía, el interés de ésta será siempre menor que el de su bibliografía. Si nos interesan sus excursiones como aviador, sus vuelos nocturnos y sus aterrizajes forzosos -incluyendo el accidente que le costó la vida y lo convirtió en leyenda- es porque quien los protagonizó escribió Tierra de hombres, Vuelo Nocturno y Correo del Sur. Ulises sin Homero no es más que un excursionista ansioso. Saint-Exupéry debe esencialmente su popularidad a El pequeño príncipe, un hermoso cuento fantástico que varias generaciones de adolescentes de todo el mundo han apretado contra sus pechos, con la mirada perdida en las simas del aire y un suspiro pendiendo de los labios. Todo ello provocado por frases como "Los mayores no entienden nunca nada por ellos mismos, y es cansado para los niños andar siempre explicándoles las cosas". Al parecer la historia del príncipe encantador que se aburre en su planeta y decide recorrer el Universo para sacudirse su aristocrático tedio, se le ocurrió a Saint-Exupéry a finales del año 35, cuando su avión chocó con la cumbre de una meseta en el desierto de Libia. No era el primer percance de su ya atareada vida de piloto, pero sí uno de los que más materia literaria iba a darle, pues los dos días que permaneció desaparecido nutrirían su mejor novela, Tierra de hombres, depararían un relato y una emisión de radio, Aterrizaje forzoso en el desierto, y tal vez prestaron al piloto accidentado la figura del pequeño príncipe que iba a arrobar a tantos muchachos en los cinco continentes. No en balde cuando ese personaje adorable llega a la Tierra, va a caer precisamente al desierto.

El Pequeño príncipe se publicó en el año 43. Ya para entonces Saint-Exupéry era un escritor cuyos títulos no tardaban en agotarse en las librerías. Todos sus libros nacían de experiencias biográficas que no es difícil rastrear, y aunque se cobijaran bajo el disfraz agradecido de la novela de aventuras, más bien resultaban capítulos de unas memorias intermitentes del piloto y escritor francés. Los vuelos nocturnos que se ve obligado a realizar entre Río y Buenos Aires, por ejemplo, le sirven para escribir una novela. Su experiencia como director de la Compañía Aeropostal Argentina y sus esfuerzos por crear la línea de la Patagonia uniendo Buenos Aires y Punta Arenas, alimentará Correo del Sur. Y más adelante, en el año 40, sus incursiones de reconocimiento aéreo sobre Alemania, impulsarán su libro Piloto de guerra.

Pero no deja de ser curioso que ese mismo año 43, tan poco antes de su muerte, Saint-Exupéry escriba y publique el negativo de El pequeño príncipe, un texto sobrecogedor y hermosísimo sobre lo que significa la palabra patria. Es la Carta a un rehén. Es un texto muy breve en el que Saint-Exupéry se dirige a un amigo judío que se ha quedado varado en la Francia ocupada por los nazis. Desde Lisboa, Saint-Exupéry trata de explicarse qué es una patria, qué sentido tiene luchar por una tierra, por qué la recuperación de Francia merece el sacrificio de tantas criaturas. Sus conclusiones son un himno laico y abrumado de sensatez, muy recomendable para todo nacionalista que confunda aún el ombligo del mundo con su propio ombligo y el comienzo de la Historia de la Humanidad con la hora en la que se construyó su nación. Pero la gran novela de Saint-Exupéry es Tierra de hombres. En ella no sólo concentra lo más espectacular de sus experiencias como piloto, de sus catástrofes y sus taquicardias, sino también lo mejor de su estilo directo, poético y ameno. Ese libro se tituló en inglés Wind, Sand and Stars, o sea, Viento, arena y estrellas, y ciertamente ese título podría ser un espléndido epitafio para Saint-Exupéry. No descarta el escritor francés la poesía directa en algunos emocionantes párrafos de esa novela. He aquí por ejemplo un párrafo que nos dice bastante no sólo acerca del tono de la novela, sino que también nos susurra bastante acerca de este escritor legendario: "En cuanto a ti que nos salvas, beduino de Libia, te borrarás sin embargo para siempre de mi memoria. No me acordaré ya nunca de tu rostro. Tú eres ya el Hombre y te me aparecerás con la cara de todos los hombres a la vez. Nunca fijaste la mirada para examinarnos, y sin embargo nos reconociste. Eres el hermano bien amado. Y a mi vez yo te reconoceré en todos los hombres. Te me apareces bañado de nobleza y benevolencia, gran señor que posee el privilegio de dar de beber. Todos mis amigos, todos mis enemigos, en ti marchan hacia mí y no tengo ya un solo enemigo en el mundo".

Homero y Ulises confundidos en una sola existencia. Ulises a bordo de aviones de ruta o avionetas de guerra (también en misiones periodísticas, pues no hay que olvidar que Saint-Exupéry estuvo en la guerra de España como enviado especial de "France-Soir"), sobrevolando desiertos y capturando escenas para nutrir los emocionantes libros, llenos de escenas inolvidables y de ternura compensada por una prosa poco dulzona, escueta y eficaz, de un Homero que nunca quiso pararse demasiado, que necesitaba escribir rápido para emprender una nueva aventura, y que no quiso dejar que descubrieran su cadáver, enterrándolo en algún punto del mar. Un pescador encontró hace algún tiempo su brazalete: el brazalete de Ulises, el de Homero, el de alguien que llenó su vida, es decir, su literatura, de viento, arena y estrellas.

Juan Bonilla [url documento]

El principito melancólico

Pero yo, desgraciadamente, no sé ver corderos/ a través de las cajas. Soy quizá un poco como las/ personas mayores. Debo de haber envejecido.

Hace siglos que los cuentos infantiles dejaron de ser terribles y mágicos, y se convirtieron en amables fábulas (La Bella y la Bestia), en ingeniosos juegos robados a los adultos (como Gulliver, como Alicia), o en charadas divertidas (Harry Potter). Saint-Exupéry insiste en su dedicatoria a Léon Werth que El principito ha de encontrar su destino entre los lectores infantiles, y no rompe con esta historia la afirmación anterior. Su cuento dista mucho de la intensidad trágica de La Bella Durmiente, o de los artificios de varita y calabaza de Cenicienta. Se encuentra en él un sentimiento del que, habitualmente, se trata de proteger a los niños: la melancolía.

Exceptuando quizás a la dulce Sirenita, pocas historias para niños se ven atravesadas tan firme e insistentemente por esa lanza de nostalgia: desde la pesadumbre del aviador, por haber abandonado su infancia, y con ella una "prometedora carrera de pintor", de artista capaz de descubrir otras formas en lo cotidiano a la añoranza del principito, tras sus viajes a los siete planetas, de su hogar de baobabs, volcanes y flores, desde la desesperada evocación final, una vez que el principito ha desaparecido y se ha fundido con las estrellas y los cascabeles del desierto al leve tono crepuscular de todo el relato.

Tampoco puede hablarse de hazañas heroicas cumplidas con éxito. El príncipe de la historia no es un guerrero, no sufre ninguna maldición ni presión por abandonar su reino. Marcha por curiosidad, quizás, porque no le basta su diminuto asteroide y la rutina diaria de jardinero y de deshollinador. Y no parte en busca de una princesa, o de un objeto mágico. De alguna manera, parece saber que ha dejado a princesa y su fortuna atrás, bajó la constante amenaza de los baobabs invasores y de un volcán extinguido con el que, como dice una y otra vez, nunca se sabe.

No hay elementos mágicos, no aparecen ayudantes, ninguna de las pruebas a las que se enfrenta exigen una determinación que lo convierta en héroe. El principito de cabello dorado se muestra, lo que es más, parcial. No se siente obligado a decidir, o a amar.

Escapa de la dictadura del destino. Observa con ojos asombrados las tonterías de los mayores, que se empeñan, en los otros planetas, a contarlo todo, a controlar elementos libres: las estrellas, el tiempo, los accidentes geográficos, la voluntad de las personas, y cuando se aburre abandona, sin ofrecer nada a cambio, pero sin ser tampoco expulsado ni hallarse en peligro de muerte.

La muerte, precisamente, se le acerca por primera vez cuando llega al planeta Tierra. Hasta entonces ha vagado, niño eterno, entre manías adultas; le toca crecer. Cumple así a la perfección otras características de los cuentos infantiles: oscila, como un péndulo, entre el amor y la muerte, y sólo tras un crecimiento interno podrá pasar por ellas. Pero aún así, el misterioso príncipe mantiene su férrea voluntad, la impone a los obstáculos. Se dice de él que nunca abandona una pregunta tras haberla formulado; tampoco olvida, ni por un momento, que es un ser libre de las estrellas.

¿Por qué abandonar al delicado y tierno zorro, que le ha entregado su amistad, y al que rompe el corazón para marchar al encuentro de una flor no menos encantadora, pero fatua y presuntuosa, al fin y al cabo? ¿En qué cuento de hadas la bondad queda sin recompensa, y cuál obtienen el zorrito y el aviador, tan devotos, tan entregados a su visitante misterioso? Al parecer, quedan en la oscuridad y en la tristeza, consolados únicamente por el recuerdo.

Sin embargo, en esa misma situación debió quedar su flor de ingenuos pinchos al ser abandonada en el asteroide... y nadie afirma que el principito no vaya a regresar. Los milagros existen: el aviador logra encontrar agua en el desierto, y logra, ser humano pegado a la tierra, volar. ¿Por qué no puede encontrarse con el principito? Han transcurrido seis años, dice, desde su encuentro entre las arenas, A los seis años dibujó también él su primera boa-sombrero. Tras seis planetas encontró el principito nuestro planeta. En los cuentos el seis es siempre un número inestable, incompleto. Sin duda, al séptimo año retornará el principito.

La narración del aviador aparece, por tanto, incompleta. Quien ha desvelado una vez un misterio, sea el de la amistad, sea el enigma de la esfinge, está en condiciones de enfrentarse continuamente a retos similares. Aún quedan demasiados cabos por atar como para que esta historia termine: queda aliviar los corazones del zorro y el aviador, queda idear un sistema ingenioso para que el cordero (el cordero ideal, el nunca visto) se aficione únicamente a los baobabs, y no a las florecitas presumidas. Falta asegurarnos de que todo marchará bien, que efectivamente, el principito ha derrotado a la muerte, y reina sin corona: aún no estamos seguros de que el orden se haya restaurado de nuevo en su organizado planeta.

Del mismo modo que la cartomancia se enmascaró bajo la apariencia de un vicio, los juegos de azar y naipes, para que su práctica no cesara jamás, así también las grandes enseñanzas se han camuflado entre las sedas y los brillos de estrella de los cuentos infantiles con el objeto de que se transmitan de generación en generación. Es lícito, por tanto, desconfiar de ellos. Acumulan demasiada sabiduría, y nunca acatan lo convencional. Nos convierten en lo que somos, nos preparan para una existencia en la que nos convertiremos en adultos que no saben ver a través de las cajas. Es lógico que El principito se encuentre teñido de profunda melancolía; la misma que tendría la Bella Durmiente, ya casada, por su vida de soltera dormilona.

El tiempo, que nunca existe en los cuentos, ha surgido en este, como otra avería del avión, y ha roto el hechizo del presente eterno, de la eterna infancia. La simple presencia de este enviado de las estrellas nos hace tornar conciencia de que perdimos el reino en el que él aún es príncipe.

Espido Freire [url documento]

Tierra de los Hombres

Antoine de Saint-Exupéry
Carta a un rehén, Carta al general X
Traducción de Gabriel M. Jordá. Círculo de lectores, 2000

Saint-Exupéry odia una época en la que "bajo un totalitarismo universal, el hombre se convierte en ganado afable, educado y tranquilo"

El centenario de Antoine de Saint-Exupéry, que se cumple en estos días, tiene en el presente libro el mejor de los argumentos para justificar la vigencia de su autor más allá del éxito universal alcanzado por Le Petít Prince. No ha mucho se publicaba la primera traducción española de su obra inconclusa Ciudadela (Alba, 1997) en la que este piloto escritor trabajaba cuando su Lightning P-38, uno de los aviones más veloces de su tiempo, cayó al mar en un punto de la costa francesa que ha podido ser determinado en 1998, 44 años después del accidente. Días antes de su desaparición, Saint-Exupéry había redactado el último de los textos que se incluyen en este volumen, la 'Carta al general X', publicada en "Le Figaro littéraire" en 1948. Su Carta a un rehén' lo había sido en 1943, cuando el escritor estaba exiliado en Nueva York, y su obra 'Piloto de guerra' también era considerada allí un feroz alegato contra el nazismo. El volumen se completa con el título más extenso de todos, 'Tierra de los hombres', que data de 1939.

La rotundidad de los dígitos que marcan el nacimiento de Antoine de Sánt-Exupéry y la consiguiente conmemoración de su centenario confiere a la lectura de sus obras una especial significación cuando estamos a punto de entrar en un nuevo siglo. Porque el autor de 'Terre des Hommes' fue uno de los primeros escritores en ejercer su creatividad desde el mismo meollo de un mundo nuevo, marcado por el desarrollo técnico y la mecanización. Hijo de una familia lemosina de rancio abolengo, al sentimiento de una cierta nostalgia que deja traslucir, por ejemplo, cuando escribe aquí que "hay que arruinarse durante generaciones reparando el viejo castillo que se derrumba para aprender a quererlo" (pág. 202), el hecho es que a los doce años de edad tuvo su bautizo de aire con el famoso piloto Védrines, y que en 1925 publicaba ya un relato titulado 'L'aviation'. Esa dualidad pasado/futuro se ve potenciada en su personalidad por otra no menos decisiva: Saint-Exupéry fue a la vez un hombre de acción y un poeta sensible y sentencioso, un escritor reflexivo que siempre aspiró a elevarse desde la anécdota a la categoría, preocupación que trasciende en su 'Carta a un rehén' cuando teme 'captar sólo los reflejos, no lo esencial'. Por eso resulta plenamente convincente la atribución que hace de los rasgos más significativos de su estética a la nueva perspectiva del mundo y del ser humano que el avión le ha proporcionado. No solo esta "herramienta de las líneas aéreas entrevera al hombre con todos los viejos problemas" (pág. 21), sino que le permite "descubrir el auténtico rostro de la tierra" (pág. 66) y lo sumerge "directamente en el corazón del misterio" (pág.79). Algo semejante le había sucedido a Valle-Inclán cuando su 'vol de nuit' sobre el frente francés en 1916, de donde surgió 'La media noche'. Visión estelar de un momento de guerra, que tanta influencia tuvo en su nueva poética.

'Tierra de los Hombres', "Gran Prix du Roman" de la Academia Francesa, es el relato autobiográfico de un aventurero humanista que, al tiempo que nos hace llegar sus reflexiones, nos cuenta sus aventuras de aviador en el Sahara y el desierto de Libia -en donde capotó al intentar batir el record de velocidad en el trayecto París/Saigón-, en la América austral cuando contribuía a la apertura de nuevas líneas aéreas que comunicasen Argentina con Chile, o en el frente de Madrid, pues Saint-Exupéry fue reportero en la guerra civil española, como acredita 'Un sentido a la vida' (Círculo de Lectores). El protagonismo que en todo ello tiene el avión es notable: a él están dedicados los capítulos tercero y cuarto. Sin embargo, pese a esa pasión desbordada hacia la máquina que asimismo deslumbró a los futuristas, Saint-Exupéry no se cansa en repetir una y otra vez que se trata de un instrumento para profundizar desde una nueva perspectiva en el gran tema que nunca se agota: la condición del hombre, que por aquel entonces también preocupaba a Malraux.

Saint-Exupéry percibía ya en los años 30 un cambio trascendental en la evolución de la Humanidad propiciado por el maquinismo y la tecnología. Todos los esfuerzos en este orden de cosas se le figuran orientados al logro de la simplicidad. Los ingenieros aeronáuticas no hacen sino borrar, pulir y aligerar los diseños más primitivos, y eso le parece al escritor coincidente con su propia labor, pero también la mejor actitud para aprehender la condición humana en su esencia más pura. Su humanismo es, así, esencial y relativista: las ideologías, por caso, no son sino pantallas que nos pueden confundir, mientras que la verdad "es lo qué hace que el mundo sea sencillo y no lo que crea el caos" (pág. 181).

Saint-Exupéry reivindica, además, un espiritualismo de nuevo cuño que neutralice la materialidad de las cosas y la tecnificación de los procesos. En este sentido, los otros dos textos de este volumen insisten en las mismas tesis. La 'Carta a un rehén', que fue ponderada por Francisco Giner de los Ríos como un mesurado y sereno documento del exilio, rico "en poder de educación", es muy explícita a la hora de situar la verdad en las relaciones humanas: "La verdad de ayer está muerta; la de hoy, aún por edificar. [ ...] cada uno de nosotros sólo posee una parcela de la verdad" (pág. 215). Porque Saint-Exupéry, a la vez que combate el totalitarismo nazi y denuncia el comunista, se muestra refractario a las ideologías, a esos grandes relatos legitimadores de que habla la posmodernidad. Y hacia ella -hacia nosotros- parece dirigirse su último escrito, esa especie de testamento embozado en una 'Carta al general X'. Se denuncia allí la robotización y la funcionarización (sic) de la Humanidad. Saint-Exupéry odia una época en la que "bajo un totalitarismo universal, el hombre se convierte en ganado afable, educado y tranquilo" (pág. 227). Teme que se aproxime "la más sombría época de la historia del mundo" en la que se distraiga a las personas con una cultura banal "como se alimenta a los bueyes con heno" (pág. 228).

En español

Tras la edición clásica de 'El principito' de Alianza, en los últimos años se han multiplicado las traducciones de una obra no muy abundante pero esencial. Así, 'Cartas a una amiga inventada' (Olañeta, 1982); 'Cartas' (El Observatorio, 1986); 'Ciudadela' (Círculo, 1992; Alba, 1997); 'Piloto de guerra' (Altaya, 1996); 'Un sentido de la vida: visiones de España, 1936-1938' (Círculo, 1995); 'Vuelo nocturno' (Plaza, 1989; Círculo, 1990; Anaya, 1994). Ya en el año 2000, Emecé ha reeditado 'Correo del sur', 'Tierra de hombres', 'Carta a un rehén' y 'Vuelo nocturno'.

Darío Villanueva [url documento]

[Más información: página oficial de Antoine de Saint Exupery]

[11.4.04] [0 comentarios] [#] [lista]


Visto y Leído,

Publicación: Blogger | Estadísticas: eXTReMe Tracking

Se recomienda ver este sitio con Mozilla 1+, Firefox 0.8+ ó Netscape 7+. Si no queda más remedio, con IE 6+. Si lo desea, comunique cualquier problema al respecto. También será bien recibida cualquier sugerencia sobre el contenido. La fuente de letra preferente es Georgia.