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Fuente: Gara, 10/09/2004
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Todo el mundo tiene la certeza de que los periódicos mienten, los afines menos que los ajenos. ¿Pero mienten también las fotos? Los ponentes de la mesa redonda, organizada por EIGE, debatieron sobre el tema.
Existe la creencia generalizada de que para mentir, distorsionar o deformar la realidad bastan las palabras. Los cuatro ponentes que participaron el viernes a la noche en la mesa redonda organizada por la Asociación de Informadores Gráficos del País Vasco, dentro de las jornadas sobre Fotoperiodismo, se encargaron de desmentirlo.
En el hall del salón de actos de Kutxa, en la calle Arrasate de Donostia, los organizadores habían colocado una foto publicada recientemente en prensa en la que aparece un joven pidiendo ayuda por el móvil junto a un coche averiado en el arcén de la autopista. La imagen ilustraba las consecuencias de la huelga de grúas. La nota que acompañaba a la imagen decía: «El autor de la foto es el propio joven que aparece junto al coche averiado. ¿Dónde está la ética profesional? ¿Todo vale en este oficio?».
La mesa redonda, titulada "Ética fotográfica y utilización de la imagen en prensa" y moderada por Arantxa Kalzada, comenzó con la intervención de Enrique Shore, ex-editor de la agencia Reuters, quien planteó el debate de la forma más sencilla posible, mostrando una serie de ejemplos. «Estamos hablando exclusivamente de las fotos de prensa y el elemento más importante de una foto de prensa es su credibilidad. Y en esta profesión es fundamental tener una gran honestidad y no engañar jamás», dijo y proyectó en la pantalla una serie de ejemplos. Según relató Shore, el día que se hizo público el hecho de que el príncipe Felipe tenía una novia todos los medios estaban desesperados, porque no sabían cómo ilustrar la noticia. «Estaban desesperados, porque esa foto no existía. Pues, el diario 'El Mundo', por ejemplo, publicó en primera página una fotografía de la pareja que era falsa, sin aviso alguno de que era un fotomontaje», dijo.
Enrique Shore proyectó otra imagen, mucho más dura, que ilustraba la tragedia aérea, en la primera página de una revista de Buenos Aires, donde aparecía una de las víctimas de la tragedia, un cadáver destrozado. «Es una foto muy dramática y hubiera sido perfecta, si no se hubiera descubierto que era un fotomontaje. En realidad, el cadáver correspondía a una refriega que hubo días antes entre una banda y la policía», prosiguió. Enrique Shore continuó con los ejemplos de retoques, trucajes y manipulaciones, para expresar una posición radical sobre este tema: el editor de la foto no puede tocar ni una mota de la foto original.
Manuel Barriopedro, editor de Efe, habló desde su experiencia de profesional de la fotografía y de editor. «Yo he conocido la censura de la dictadura y también la Transición. Creo que esta segunda fue una etapa preciosa para los fotógrafos que trabajábamos en la calle. Posteriormente la situación no ha ido a mejor. Hoy se practica la autocensura, porque estamos permanentemente vigilados» y se mostró contra la digitalización de las caras tanto de policías como de los niños que ahora se practica en la prensa. «Las nuevas tecnologías facilitan muchísimo la manipulación, de forma que no sabemos si una imagen está manipulada si no tenemos la imagen original delante», dijo y pasó a mostrar los ejemplos que había escogido.
Fue Fermín Munarriz, editor del dominical de GARA, quien centró el tema en toda su complejidad. «Según todos los códigos deontológicos, la objetividad es el fundamento de la profesión. Pero la objetividad no existe, es un mito. Eso no quita para que los profesionales no tengan que intentar ser rigurosos y esforzarse en reflejar de la forma más fiel posible la realidad. A esa predisposición del periodista yo llamaría honestidad», dijo y para corroborar que la objetividad es difícil, puso el ejemplo de un penalti dudoso.
«El único depositario de la ética es el propio profesional prosiguió. Creo que está muy relacionado su actitud ética ante la vida con su actitud en la profesión. Pero por mucho que el profesional intente ser riguroso, objetivo y fidedigno, no se garantiza la objetividad, porque se encuentra con barreras», señaló. Se refirió Munarriz a las barreras culturales. «Vi en la televisión a un soldado americano en Bagdad señalando tres banderas, roja, negra y blanca, que colgaban de un edificio. Son los colores del Islam, pero el soldado interpretaba que la negra era de luto, la roja de la amenaza y la verde de advertencia. Majaderías de ese calibre se observan en la profesión cuando el periodista se mueve en un terreno que no conoce», señaló.
Relató que haber observado más de una vez «correcciones» en las imágenes utilizadas en crónicas de televisión sobre matanzas de palestinos, por ejemplo, que a lo largo del día.
«Hay también una barrera de las normas estéticas. Hemos llegado a ver situaciones extremadamente dramáticas que pueden resultar bellas. Es una de las críticas que ha soportado por ejemplo el fotógrafo Sebastiao Salgado», señaló. «Se sospecha que a veces hay una búsqueda premeditada de la composición de la imagen, incluso en las situaciones más dramáticas, para buscar un efecto impactante, no un efecto informativo. Ello puede conllevar una banalización de la violencia» señaló y finalizó afirmando que la presencia de cámaras puede alentar la violencia, llegando a realizarse ejecuciones que sin las cámaras no se hubieran dado. Tras las intervenciones de José Luis Nocito y Daniel Vélez, se abrió un debate que en el que participó el público.