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Manifiesto a favor del préstamo público

Autoría: Grupo BPI, FESABID
Fecha de publicación: enero 2004
Tema: préstamo público, propiedad intelectual
URL documento: http://www.fesabid.org/... (en formato PDF)

La polémica en torno a la pretensión, por parte de ciertas entidades corporativas, de hacer extensivo el cobro por derechos de autor y propiedad intelectual al préstamo de materiales en el ámbito de las unidades de información (específicamente bibliotecas), ha suscitado un vivo debate entre los profesionales de la biblioteconomía y la documentación, que ha tenido su reflejo en las numerosas opiniones vertidas al respecto en la lista IWETEL, y en una medida más limitada en los medios de comunicación general. Concretamente, el siguiente manifiesto fue anunciado en dicho foro de distribución con fecha 30/01/2004.

Considerando que las bibliotecas, museos, archivos, hemerotecas, fonotecas y filmotecas de titularidad pública, así como aquellas que pertenecen a entidades de interés general de carácter cultural, científico o educativo sin ánimo de lucro o bien a instituciones docentes integradas en el sistema educativo español:

  1. GARANTIZAN a las personas el acceso libre e ilimitado al conocimiento, el pensamiento, la cultura y la información. (Plan de Fomento de la Lectura 2001-2004. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte)
  2. EJERCEN una función importante en el desarrollo y mantenimiento de una sociedad democrática al facilitar el acceso a un amplio y variado abanico de conocimientos, ideas y opiniones. (Directrices IFLA/UNESCO para el desarrollo de los servicios de bibliotecas públicas, 2001)
  3. FOMENTAN la adquisición y mejora de los hábitos de lectura, especialmente entre la población infantil y juvenil. (Plan de Fomento de la Lectura 2001-2004. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte)
  4. REALIZAN una labor primordial en el desarrollo de los sistemas educativos al aportar las herramientas necesarias para la adquisición y asunción de los conocimientos en todos y cada uno de los distintos estadios de formación.
  5. DESEMPEÑAN una labor indispensable de apoyo a la investigación que se lleva a cabo a través de todo tipo de instituciones, al poner a disposición de los usuarios/as las obras y creaciones necesarias para el desarrollo de su labor.
  6. ACTÚAN como escaparates de la producción cultural existente, al albergar en sus fondos y poner a disposición del público las obras creadas por intelectuales, científicos y artistas. Éstos últimos se benefician así del uso gratuito de un canal de publicidad y difusión de sus ideas.
  7. ASEGURAN la difusión, conservación y accesibilidad de las obras de toda índole, más allá de los intereses comerciales puntuales, de la capacidad de distribución de las mismas y de la dictadura del mercado.
  8. OFRECEN servicios en un marco de respeto hacia los derechos de autor, sirviendo además como canales para difundir entre sus usuarios/as un conocimiento de dicha materia y formándolos en el uso respetuoso de las obras y prestaciones protegidas.
  9. CARECEN de finalidades lucrativas, económicas o comerciales, directas o indirectas, buscando como único beneficio el desarrollo cultural, educativo y humano de aquellos a quienes sirven y, por extensión, la mejora del nivel educativo y de competitividad de la sociedad en general.
  10. PERTENECEN a todos y cada uno de los ciudadanos/as ya que se costean con el dinero que todos aportan a través de sus impuestos. (Plan de Fomento de la Lectura 2001-2004. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte)

Expresamos nuestra convicción en la necesidad de:

  1. ASEGURAR el justo equilibro entre los intereses de autores, editores y sociedad en general a través del marco legal en materia de derechos de autor.
  2. GARANTIZAR los intereses culturales de la sociedad ya que ésta progresa y se desarrolla mediante la promoción de la investigación y la facilidad de acceso a las creaciones intelectuales. Ésta es una de las bases de los límites que establece el marco legal que regula la propiedad intelectual.
  3. MANTENER el actual límite de préstamo que contempla la vigente Ley de Propiedad Intelectual en su artículo 37.2 como instrumento eficiente de una política de promoción cultural que, además, está en consonancia con el marco legal creado por la Directiva 92/100/CEE sobre alquiler y préstamo. La citada Directiva no sólo establece en su artículo 5 la posibilidad de que cada Estado Miembro determine libremente la remuneración por el préstamo de obras en función de sus políticas de promoción cultural, sino que también les otorga la potestad de eximir a determinados establecimientos de la remuneración de dicho pago.
  4. INSISTIR en el valor de los servicios de préstamo que ofrecemos las instituciones arriba citadas, ya que son un elemento que beneficia al titular como ciudadano y como creador. Los servicios de préstamo son una herramienta indispensable de creación de lectores y por tanto, de consumidores de sus obras.
  5. SUBRAYAR la importancia de los servicios de préstamo que ofrecemos las instituciones arriba citadas como herramientas indispensables de apoyo a la educación y la investigación.
  6. DESTACAR la relevancia de la inversión que los organismos públicos realizan en la adquisición de fondos para este tipo de centros como beneficio directo a favor de los creadores y del sector editorial en general. Dicha inversión es además el reconocimiento expreso de la sociedad a la importancia de la labor de los autores y editores al desarrollo cultural.
  7. RECONOCER que para determinados tipos de obras la adquisición que realizan las instituciones arriba mencionadas es indispensable para garantizar su edición.
  8. EVITAR cualquier tipo de penalización contra los servicios de préstamo público ya que iría en detrimento de los objetivos que persiguen, que no es otro que el beneficio de la sociedad a la que sirve.

Por todo ello, expresamos nuestro RECHAZO a la posibilidad de que el préstamo público realizado en las bibliotecas y centros similares, que actualmente se benefician de la excepción que contempla la Ley de Propiedad Intelectual quede sujeto al pago de una compensación económica y solicitamos que los responsables públicos defiendan el mantenimiento del actual límite de préstamo a favor de este tipo de instituciones EN SUS MISMOS TÉRMINOS.

Manifiesto elaborado por el Grupo Bibliotecas y Propiedad Intelectual de la Federación Española de Sociedades de Archivística, Biblioteconomía, Documentación y Museística (FESABID), junto con otros profesionales del sector. Más información al respecto.

[31.1.04] [0 comentarios] [#] [lista]

Navarra 1936: la memoria tiene precio

Autor: Luis Miguel Escudero
Fecha de publicación/fuente: 23/01/2004, diario Gara
URL documento: http://www.gara.net/...

La publicación de este artículo de opinión viene al hilo de la anotación "Otras Balas", hecha por Ana Perpiñán en el "blog" Alas y Balas. Se han añadido al final algunos enlaces relacionados con la circunstancia aludida por el autor en el texto.

Torquemada no lleva mechero. Ya no enciende piras de libros en mitad de la plaza. No ajusticia autores descarriados en público, aunque por debajo les corte las alas. Es mejor así, más moderno. Más sutil. Se ignora al libro y ya está. Lo esencial es que el mensaje no nazca en la fértil cabeza del lector descarriado. Los últimos inquisidores apuntan ahora a la memoria histórica. La editorial Altaffaylla ha denunciado que la red de bibliotecas pública del Gobierno de Navarra no ha comprado un solo ejemplar de su renovado y ampliado trabajo "Navarra 1936, de la esperanza al terror".

Un libro cerrado es un amigo que espera. Los responsables de Cultura de Miguel Sanz no quieren compañeros de viaje de la editorial tafallesa, que en esta nueva edición de su obra despiertan del olvido a 3.000 republicanos navarros cosidos a balazos en las cunetas. El libro es un trabajo prácticamente definitivo, corregido y aumentado, con 80 nuevos fusilados, más fotografías y testimonios, que describe, pueblo a pueblo, la represión franquista en esta vieja tierra. Un trabajo imprescindible para la biblioteca de la memoria.

El nuevo volumen arroja datos novedosos sobre listas negras redactadas en vísperas del golpe militar, suicidios simulados, navarros asesinados en Cantabria o Aragón y aragoneses acribillados en las tapias de los cementerios navarros. Por primera vez, reúne los nombres de los paisanos que cayeron alistados en el ejército vasco, de los que se refugiaron en el Estado francés tras la derrota de la República o de los que desaparecieron en el campo de concentración nazi de Gusen.

En este trabajo, los números son importantes. La mayoría de los 3.000 nombres y apellidos de republicanos, socialistas, nacionalistas y anarquistas ­300 más si se suman los fallecidos en el fuerte de San Cristóbal­ no existían en los recuentos oficiales. Antes de que el Parlamento de Navarra avalara en marzo del año pasado las cifras por las que habían batallado Altaffaylla y la Asociación de Familiares Asesinados Navarros (AFAN), mucho antes, el balance del requeté Jaime del Burgo dejaba en sólo 678 el número de asesinados y, por ejemplo, el general Salas Larrazábal los elevaba algo, hasta 1.190.

Del soberbio trabajo que hizo entonces Altaffaylla, en el que pueblo a pueblo participaron desde humildes pastores a historiadores de la talla de José María Jimeno Jurío, nos hablan las cientos de entrevistas a testigos y víctimas o el estudio de las partidas de defunción encerradas en 168 juzgados navarros, frente a los sólo 43 consultados por el militar Salas Larrazábal.

La combinación del trabajo de archivo y encuesta a pie de calle fue pionera. Algunas universidades vieron un modelo a seguir en sus estudios sobre la represión franquista. "Navarra 1936" inspiró trabajos similares en otros puntos del Estado. También recientemente su base de datos sirvió al Gobierno de la Comunidad Autónoma Vasca para tramitar las ayudas que prometió a los antiguos republicanos represaliados.

Pero es que, además de todos estos datos, testimonios escritos y gráficos, el libro abre una brecha en el campo de la investigación futura. Plantea aspectos no estudiados, cerrados en falso, que quizá sean los más interesantes para los nuevos lectores. El trabajo deja abierto qué pasó tras la represión con la usurpación de miles de propiedades, privadas y comunales, que todavía hoy no se han restituido a los herederos de sus titulares.

Otro mito que también cercena es el de la Navarra que se levantó como un solo hombre para combatir una república roja y separatista, tierra de boinas rojas y algún falangista, que pagó con generosa sangre aquella laureada de San Fernando regalada por Franco. Pues bien, "Navarra 1936" cuestiona esta tesis. Y, como siempre, con datos. Según este libro rompedor, el número de navarros fusilados, más los desaparecidos en los frentes republicanos, los fallecidos en el ejército vasco y los caídos en el bando de Franco que verdaderamente eran republicanos forzados a luchar en campo contrario, suman una cifra superior a los que murieron «por Dios y por España».

En Navarra hubo más víctimas favorables al orden republicano que al golpe militar. Un número de represaliados que todavía engorda más si se suman 4.000 huérfanos, los funcionarios que perdieron el empleo, los 230 maestros sancionados, las mujeres públicamente humilladas, las multas, los trabajos forzados o las familias enteras que fueron desterradas de sus pueblos.

Todos viven en la memoria y, rescatados, en la nueva edición del libro que los ciudadanos no pueden encontrar en las bibliotecas del Gobierno de Navarra. Por eso, la sociedad tiene que llegar hasta donde no lo hacen los poderes públicos. Es necesario que librerías, asociaciones culturales e incluso particulares donen este ejemplar a las bibliotecas de sus respectivas localidades. Que lo regalen y, además, lo hagan público para escarnio del Torquemada foral. No hay revancha. Sí memoria. El pasado es la lámpara que disipa las tinieblas que envuelven el porvenir. Ninguna biblioteca sin "Navarra 1936".

[Fin del artículo]

Antecedentes del tema en Gara:

En Diario de Noticias:

Presentación en rueda de prensa (16/04/2003) de las motivaciones y trabajos preparatorios de la nueva edición de "Navarra 1936, de la esperanza al terror".

[31.1.04] [0 comentarios] [#] [lista]

Nuevo paradigma del conocimiento humano digitalizado

Autor: Juan Chamero
Fuente: REDcientífica
Tema: representación y gestión del conocimiento
URL documento: http://www.redcientifica.com/...

El texto que se reproduce a continuación es el resumen que acompaña al artículo referenciado. A través de la entrada "Consultar el artículo completo" dicho artículo puede ser descargado/consultado en formato PDF.

Se propone un nuevo paradigma del Conocimiento Digitalizado que toma en consideración la inteligencia de la gente en cuanto a usuarios del Ciberespacio. Si la disciplina que actualmente maneja el Conocimiento Humano es KM, por Administración del Conocimiento en Inglés, nuestro propósito es sentar las bases de una administración superadora que maneje los dominios complementarios (K + K') en lugar de K, donde K corresponde al conocimiento actual formalmente establecido y K' corresponde al conocimiento informal actual de la gente. Se discuten en este ensayo algunas conjeturas que podrían eventualmente ser el sustento de un cuerpo teórico que permita definir simetrías en ambos dominios cognitivos, el Dominio del Orden Establecido por un lado y el Dominio de la Gente por el otro, a fin de facilitar la construcción de un sistema evolutivo y superador de la inteligencia humana.

Como primer paso se propone un esqueleto inteligente para el Dominio K, el Dominio del Orden Establecido, que nos permite "ver" orden en los grandes reservorios de documentos del Conocimiento Humano, definido como la tríada [Árbol Lógico del Conocimiento Humano, Tesauro Temático del Conocimiento Humano y documentos]. Como segundo paso definimos una tríada equivalente y simétrica en el otro lado K'.

Para chequear algunas conjeturas hemos construido un prototipo que "prima facie" demuestra que el nuevo paradigma opera bien en el espacio Web, realizando el proceso lógico aditivo (K + K') que involucra un equilibrio continuo entre K y K', permitiendo la transferencia de inteligencia desde un dominio al otro y viceversa.

El dominio digitalizado K es bien conocido pero por el contrario, el conocimiento actual sobre el dominio K' es hoy prácticamente inexistente, solo gente que interactúa en forma aislada versus K y ahora planteamos un nuevo paradigma y un conjunto de conjeturas bajo los cuales tendría validez el algoritmo (K + K'). Bajo el nuevo paradigma se demuestra que es posible la creación progresiva de la tríada correspondiente a K', proporcionándonos una nueva vía de administración del conocimiento. Ejemplos de esta aseveración son: posibilidad cierta de construir motores de búsqueda capaces de encontrar prácticamente cualquier objeto cognitivo mediante unas pocas preguntas dentro del dominio K; conocer tanto como sea posible sobre los patrones de conducta de la gente, lo que necesitan y lo que quieren; y al mismo tiempo, conocer tanto como sea posible la inteligencia del dominio K' como un todo. Ambos "lados", actuando armoniosamente irían hacia una utopía de máximo bienestar.

[26.1.04] [0 comentarios] [#] [lista]

Información, ciencia, sabiduría

Autor: Emilio Lamo de Espinosa (*)
Fecha de publicación/fuente: 22/01/2004, diario El País
Tema: teoría del conocimiento, filosofía de la ciencia

(*) Catedrático de Sociología (Universidad Complutense de Madrid) y director del Real Instituto Elcano.

En 1934, en su poema La roca, el poeta T. S. Eliot escribía: "Invenciones sin fin, experimentos sin fin, nos hacen conocer el movimiento pero no la quietud, conocimiento de la palabra, pero no del silencio, de las palabras, pero no de la Palabra". y añadía:

"¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento? ¿y dónde está el conocimiento que hemos perdido con la información?".

Cuando ciertamente vivimos anegados en información, con conocimientos crecientes, pero con la misma sabiduría de hace tres mil años, si acaso, no sobra comentar esta profunda intuición.

Pues, ciertamente, información, conocimiento y sabiduría son tres modos o maneras del conocimiento, pero de muy distinto alcance y desarrollo. La información nos proporciona datos, bits, nos dice lo que es y cómo es lo que es, puede ser digitalizada, archivada y transmitida. Hoy la encontramos en la red de la web mundial, donde basta acceder a un buen buscador, como Google, para obtener toda la información del mundo, la práctica totalidad de los libros clásicos y modernos, toda la música, todos los datos que deseemos. Ya casi nadie consulta una enciclopedia (por eso las regalan con los periódicos), pues es más rápido consultar Internet, inmensa memoria de la humanidad y gigantesco depósito de información acerca de todo. De modo que basta una barata conexión a Internet para tener acceso a bases gigantescas de información.

El conocimiento es otra cosa, es la ciencia, un saber que, a partir de muchos datos, y combinando inducción y deducción, me dice no lo que es, sino lo que puedo hacer. La ciencia es otro depósito, esta vez de teorías o modelos del mundo o, mejor, de partes del mundo, y me dice cómo hacer esto o lo otro. El conocimiento necesita información, por supuesto, pero lo importante hoy es que, al haberse democratizado el acceso a la información, ésta cada vez vale menos. Lo importante no es tener información; todo el mundo la tiene. Lo importante es discriminar la información relevante de la que no lo es, separar información y ruido. Y eso no es tarea de la información, sino del conocimiento científico. A medida que el bit de información baja de precio, sube el valor del conocimiento.

Pero el conocimiento científico tiene también sus límites. Pues la ciencia es un saber instrumental que me muestra qué puedo hacer, pero de ningún modo qué debo hacer. Lo sabemos al menos desde la crisis del positivismo clásico a comienzos del pasado siglo, cuando ese gigantesco pensador que fue Wittgenstein, y aludiendo justamente al tema de los valores (a la "muerte de Dios"), dijo aquello de que "sobre lo que no se puede hablar, mejor es callarse". Pues poco sensato podemos decir de los valores si los analizamos desde el discurso científico, de modo que, desde entonces, con el neopositivismo, la ciencia se ha construido eliminando los valores; la ciencia debe ser wertfrei, value-free. Y así es, pues de la buena vida, de lo que debemos hacer o no, del sentido último de nuestra existencia, sobre qué amar u odiar, qué es hermoso o repugnante, de eso poco sabe la ciencia.

De eso, ciertamente, se ha venido encargando la sabiduría.

Una forma de saber que, superior a la ciencia y, por supuesto, a la información, trata de enseñarme a vivir y me muestra, de entre todo lo mucho que puedo hacer, lo que merece ser hecho. De modo que, sin sabiduría, la ciencia no pasa de ser un archivo o panoplia de instrumentos que no sabría cómo utilizar. Información, conocimiento y sabiduría responden así a tres preguntas muy distintas: ¿qué hay?, ¿qué puedo hacer?, ¿qué debo hacer?

¿Todo así de claro? Por supuesto que no, pues, como señalaba antes, los ritmos de desarrollo de unas y otras formas del conocer humano son muy distintos. En 1999 había 500 millones de páginas web; en 2002 se calculaban ya 6.000 millones. Se estima que el volumen de páginas web de que disponemos y, por lo tanto, el volumen de información accesible mediante un simple enchufe a Internet se doblan cada tres meses a un ritmo frenético, y lo cierto es que nadamos en masas de información.

El ritmo de desarrollo del conocimiento es más difícil de medir, pero diversas estimaciones rigurosas concluyen que el stock de ciencia válida se ha venido doblando aproximadamente cada 15 años, que es también el ritmo al que se doblan las revistas científicas especializadas y el branching (la ramificación) de especialidades científicas. Y, desde luego, nadie puede poner en duda que se trata de uno de los pocos ámbitos donde podemos hablar con rigor de progreso, pues es difícil dudar que hoy sabemos (o, para ser más precisos, conocemos) bastante más que hace 100 años, y entonces más que hace 200, etcétera. Razón por la que no pocos (yo entre ellos) creemos que, si hay una variable independiente que pueda explicar la historia, ésa es el progreso de los conocimientos. Y todo parece indicar que, tras las dos previas revoluciones científicas, la que pone fin al neolítico para iniciar la historia de los primeros imperios, y la revolución científica europea del siglo XVII, la actual revolución científico-técnica no ha hecho sino comenzar. Podríamos visualizarlo diciendo que ambos crecen en progresión geométrica, pero la información lo hace cada tres meses, y el conocimiento, cada 15 años.

Sin embargo, la sabiduría de que disponemos no es hoy mucho mayor de la que tenían Confucio, Sócrates, Buda o Jesús, no parece haber mejorado mucho en los últimos tres mil años y, lo que es peor, no sabemos bien cómo producirla. Tampoco diría que ha retrocedido, pero sí que es casi una constante que ha variado poco o nada en los últimos siglos. Razón por la cual la lectura de la Ética a Nicómaco, de Aristóteles; el De constantia sapientis, de Séneca, o el Sermón de la montaña, de Jesús de Nazaret, tienen hoy tanto valor como cuando fueron publicados, mientras que (como decía Whitehead) la ciencia progresa olvidando sus clásicos, y nadie que desee saber óptica lee hoy la de Newton. Pues si hubiéramos progresado en sabiduría como lo hemos hecho en conocimiento, esos viejísimos textos morales carecerían de valor, como carece de valor actual el Tratado elemental de química, de Lavoisier.

Y hay más aun. Pues si bien es cierto que la ciencia carece de sabiduría, sin embargo se autodefine -y es aceptada casi siempre- como única forma de saber válido. Como ya señalara Thorstein Veblen en 1906 en el primer texto de sociología de la ciencia, "el sentido común moderno sostiene que la respuesta del científico es la única auténtica y definitiva". Puede ser, pero da la maldita casualidad que no responde, ni puede responder, a las preguntas más importantes. No otra cosa dirá Habermas mucho más tarde:

"Cientifismo significa... la convicción de que no podemos ya comprender la ciencia como una forma de conocimiento posible, sino que más bien debemos identificar conocimiento y ciencia".

Pero en esa medida, en la medida en que aceptamos, erróneamente, que la ciencia es el único saber válido, ella misma se transforma en un disolvente de todo otro saber alternativo posible, y, por lo tanto, en disolvente de todo saber de fines, en disolvente de la escasa sabiduría de que disponemos. Con el resultado paradójico de que cada vez sabemos más qué podemos hacer (cada vez podemos hacer más cosas), pero sabemos menos qué debemos hacer, pues incluso la poca sabiduría de que disponemos la menospreciamos. Ciertamente, invenciones sin fin, sin finalidad, sin objeto. Así, por poner un ejemplo, sabemos que podemos clonar seres humanos; pero, ¿cuándo y por qué es razonable hacerlo?

Vivimos, pues, anegados de información, con sólidos y eficaces conocimientos científicos, pero ayunos casi por completo de sabiduría. Sospecho que Eliot tenía toda la razón y nuestro problema es que no somos capaces de producir sabiduría, al menos al ritmo al que producimos conocimiento.

[23.1.04] [0 comentarios] [#] [lista]

Hacia un concepto de Bibliometría

Autora: Gloria Carrizo Sainero (*)
Fuente: Revista de Investigación Iberoamericana en Ciencia de la Información y Documentación, vol. I / nº 2, julio-diciembre de 2000
Tema: bibliometría, bibliografía, fuentes de información, documentación
URL documento: inglés/castellano (en PDF)

(*) Profesora titular de Biblioteconomía y Documentación, Universidad Carlos III de Madrid.

Resumen

Se pretende establecer que la Bibliometría es una técnica que desarrolla sus unidades de medida basándose esencialmente, en la Bibliografía, las Fuentes de Información y en las Ciencias de la Documentación, base de todas las disciplinas señaladas.

Introducción

Los fundamentos teóricos y conceptuales de la Bibliometría parten de las siguientes hipótesis:

Estas tres hipótesis constituyen los pilares para formular el concepto de Bibliometría.

Fundamentos teóricos de la Bibliometría

Desde su origen hasta la actualidad, la Bibliometría ha estado ligada estrechamente tanto con la Bibliografía como con las Fuentes de Información. Esta relación constituye una dependencia de estas últimas disciplinas, ya que los estudios bibliométricos se llevan a cabo a partir de los análisis de las Fuentes de Información, que constituyen la base sobre la cual se mide la producción científica.

La misma Bibliometría, desde su origen, identifica a la Bibliografía como base fundamental de su desarrollo, e incluso, los propios investigadores de esta disciplina hacen referencia a las Fuentes de Información como el medio sobre el cual se aplican las técnicas bibliométricas, que a su vez, están estrechamente relacionadas con los métodos estadísticos.

La primera denominación que recibe lo que hoy conocemos como Bibliometría es la de Bibliografía Estadística, que se aplica por primera vez en el año 1923, por Hulme (1), basándose en la necesidad de efectuar un recuento de las publicaciones existentes que empezaban a ser inasequibles a los investigadores por el gran volumen que estaban alcanzando. Así, a la Bibliografía se le añaden métodos propios de la Estadística para analizar las necesidades de información de los científicos. Éste mismo criterio de Bibliografía Estadística, lo mantiene Raising, en 1962.

Bibliometría y Bibliografía

Sin embargo fue Otlet (2), en el año 1934, el primer investigador que aplicó el nombre de Bibliometrie a la técnica que trataba de cuantificar la Ciencia y a los Científicos. Éste teórico, pionero de las Ciencias de la Documentación, insiste en diferenciar la Bibliometría de la Bibliografía Estadística, ya que desde el origen, la medida o cuantificación de la ciencia se realizaba utilizando técnicas estadísticas que se aplicaban a las fuentes de información.

López Yepes destaca la tendencia de Otlet para organizar los conocimientos y la permanente persecución de la síntesis que explica como se forman y crecen los conceptos, situando, por encima de todo, su tendencia a la organización racional (3).

Desde el punto de vista de Otlet, la Bibliografía se confirma como ciencia general que recoge y clasifica sistemáticamente el conjunto de los datos relativos a la producción, la conservación, la circulación y la utilización de los escritos y de los documentos de toda especie.

En su Tratado de la Documentación, establece una serie de nociones respecto a la Bibliometria, entre las que destaca:

  1. En todo orden de conocimiento, la medida es una forma superior que toma el conocimiento. Se pueden constituir en un conjunto coordinado, las medidas relativas al libro y al documento, la bibliometría.
  2. Las medidas son las relativas a los objetos, a los fenómenos o a los hechos, a las relaciones o leyes. Concierne lo particular (metría propiamente dicha) o los conjuntos (estadística; concierne a lo que es o debería ser unidad y normalización). Las medidas de las principales relaciones consideradas para una ciencia toman la forma de índices (por ejemplo los geógrafos, considerando las relaciones del agua de lluvia y los territorios, han creado el índice de aridez).
  3. Los datos adquiridos de la metría en general, de la sociometría en particular, deben considerarse para realizar la Bibliometría. El adagio "omnia in mesura", todo en la medida, ha llegado a ser la directriz de todas las ciencias que tienden a pasar del estado cuantitativo al cualitativo.

Otlet sigue realizando el análisis y las razones por las que otras ciencias como la astronomía, la astrología, biología sociología y otras más, tienden a ser cuantitativas y por lo tanto establecen métodos de medida que permiten obtener resultados. En cuanto al libro, apunta el autor:

  1. Las cosas del libro no son apenas medidas, ni en su realidad operativa y material ni en su realidad subjetiva e intelectual, son deseables, pues, esfuerzos en este sentido.
  2. Las ciencias del libro también deben tender ahora a introducir la medida en sus investigaciones, en tanto que el libro es objeto de psicología, de sociología y de tecnología, sus fenómenos son susceptibles de ser medidos.
  3. La bibliometría será la parte definida de la bibliología que se ocupa de la medida o cantidad aplicada a los libros (aritmética o matemática bibliológica).
  4. Todos los elementos considerados por la bibliología son susceptibles, en principio de medida y es preciso tender cada vez más a cubrir datos con la forma precisa de número a pasar del estado cualitativo o descriptivo al cuantitativo.

Otlet sienta unas bases incipientes de la bibliometría, ateniéndose a diversos factores, como las lenguas, los espacios en los diferentes textos, los coeficientes referidos, entre otras cosas, a los formatos y precios unitarios además de recurrir a la estadística y los índices de comparación; tiene en cuenta la frecuencia de la lectura de un autor o de un libro donde podría observarse una curva de "frecuencia de utilidad" considerando las ediciones realizadas a una obra en función de una autor, del contenido y del momento social en el que este aparece.

En cuanto a la estadística la opinión de Otlet es que, a pesar de su importancia, en relación con el libro, cumple una misión diferente de la bibliometría, y opina que:

"La estadística del libro se confunde con la Bibliometría, bien porque hasta aquí se haya aplicado a principalmente a enumerar la cantidad producida de los libros (ediciones). Pero la estadística comienza ahora a extenderse alas tiradas, a la circulación del libro, a las bibliotecas a las librerías, a los precios, etc. Se han emprendido ya considerables trabajos sobre la estadística del libro. Han tratado sobre las cifras absolutas y también sobre los coeficientes. Sin duda no es preciso exagerar el valor de estas cifras, pues la enumeraciones están lejos de ser completas, exactas, comparables. Por otra parte, los coeficientes que podemos obtener no son más que medidas que comparan toda suerte de variaciones, en función de innumerables variables. Pero teniendo los números que ya poseemos como provisionales, deben ser para nosotros un camino hacía números más exactos y más completos..."

Es evidente que para Otlet la Bibliometría mide el contenido del libro y la estadística el continente y sus circunstancias.

Tras lo expuesto, no cabe duda de que los avances en época temprana sobre Bibliometría se deben a Otlet. Habrá que esperar todavía unos años hasta que se puedan encontrar otros tratadistas que dediquen sus estudios a esta disciplina. No obstante, en el criterio de todos los investigadores posteriores como Raising, Price, Carpintero y Tortosa y otros, se constata la idea de que la Bibliografía es la base de la Bibliometría y vienen a coincidir en definir la Bibliometría como el estudio cuantitativo y el análisis de los materiales bibliográficos que permiten la medición o la cuantificación de la información bibliográfica que es susceptible de ser analizada, lo que equivale a considerar la Bibliometría como un método por el cual se aplican tratamientos cuantitativos a las obras escritas y a su comportamiento (4).

La finalidad de la Bibliografía es la compilación de los repertorios y la forma de utilizar los mismos. Se preocupa de dar noticia de los materiales bibliográficos existentes, documentos o textos que han sido fijados a través de diferentes sistemas; por lo tanto, la Bibliografía da cuenta de los materiales bibliográficos del pasado y de los actuales (5).

De la descripción bibliográfica de los documento que constituyen una bibliografía, se toman los elementos que permiten a la Bibliometría elaborar sus estudios como son: el autor o autores, título general de la publicación periódica o de la publicación monográfica; año de publicación, tipo de documento (artículo, monografía, biografía...), idioma o lengua, resumen -caso de que la bibliografía sea analítica- y palabras clave o descriptores.

Las referencias bibliográficas facilitan a los científicos una gran cantidad de información que deben tener en cuenta para efectuar sus estudios bibliométricos y sin las cuales no podrían realizarlos.

Las Fuentes de Información

La comunicación científica debe de disponer de canales de comunicación variados, pero en general para poner en circulación un mensaje sólo es necesario un emisor o productor, un destinatario y un canal de comunicación. Esta canal de comunicación no es otro que las Fuentes de Información.

El emisor o productor puede ser un organismo, una institución o un individuo, ellos ponen en marcha el vehículo de comunicación o mensaje, que llegará a un receptor igualmente organismo, institución o individuo; este mensaje recibido podrá ser transformado en otro u otros que volverán a circular sucesivamente de la misma forma creando siempre nuevos mensajes que originan el crecimiento científico.

Los documentos contienen los mensajes emitidos por los distintos autores como resultado de la creación científica del propio autor del documento. Las Fuentes de Información se construyen con documentos cualquiera que sea el soporte de éstos y siempre que la información que contengan se pueda interpretar para que se logre la función prioritaria de informar y comunicar.

La abundancia de documentos trasladando información tanto divulgativa como especializada dificulta los análisis bibliométricos ante la imposibilidad de poder acceder a todos ellos, por esto se construyen las fuentes de información; éstas, ya sean multidisciplinares o especializadas, reúnen los documentos que, debidamente analizados, proporcionan los datos o campos bibliográficos que facilitan el recuento, análisis y tratamiento estadístico con los que se realizan los estudios bibliométricos.

La Bibliometría como ciencia inter y multidisciplinar

Una asignatura es interdisciplinar cuando se entre laza en razón de dependencia o préstamo con otras disciplinas de su mismo entorno científico; será multidisciplinar cuando sea capaz se saltar de su campo científico y tomar préstamo o prestar a su vez técnicas o conocimientos que auxilien o apoyen en su crecimiento o en su conocimiento a cualquier otra disciplina, materia o ciencia.

La Bibliometría, como asignatura interdisciplinar es auxiliar o instrumento de medida de las distintas materias que forman parte de su campo de conocimiento o sea, de todas aquellas disciplinas que constituyen el panorama curricular de la Biblioteconomía y la Documentación en la que todas las asignaturas se encadenan unas a otras de tal manera que si uno de los eslabones de la cadena falla, difícilmente los restantes podrían entroncare de manera correcta o satisfactoria.

Como ejemplo de esto que hasta aquí se ha expresado no hay que dejar de recordar que la Bibliometría colabora con las fuentes de información para detectar la lagunas existentes en los fondos bibliográficos para la constitución y mantenimiento del depósito documental, o para facilitar el expurgo. Sus análisis se basan en los campos de descripción de los documentos primarios que desarrolla el Análisis Documental en cualquiera de sus facetas: Catalogación, Clasificación o Indización, y ante la imposibilidad de localizar documento a documento, dada la cada vez mayor abundancia de los mismos, recurre a las Bibliografía y Fuentes de Información -impresas o mecanizadas-, para obtener el conjunto de documentos que quiera analizar sobre una materia o sus investigadores.

El desarrollo experimentado por la Documentación y sus técnicas han contribuido de manera notable al origen y consolidación de la Bibliometría, a su vez, ésta también ha tenido un papel destacado en la difusión y aplicaciones de la Ciencia de la Documentación estableciendo entre ambas una simbiosis que ha permitido alcanzar una importante situación de expansión a esta Ciencia.

En cuanto a su carácter multidisciplinar y debido a él, la Bibliometría toma las técnicas de la Estadística para realizar sus estudios, además de las encuestas y los tests, documentos primarios de la Sociología y se ayuda de la Informática para construir los resultados de sus estudios por medio de hojas de cálculo o programas de ordenador?8 específicos de la Estadística, sin contar con la utilización de las bases de datos que contienen los documentos que analiza. Con todas esta herramientas propias de otros campos del conocimiento se construyen los análisis bibliométricos que analizan la producción científica y de los científicos de los diferentes campos del saber o de la Ciencia.

El objeto de la Bibliometría

Como se dijo en la introducción de este trabajo la Bibliometria tiene su base epistemológica en la Bibliografía; la Bibliometría es un factor de medición de las Fuentes de Información y, además, es un método o conjunto de métodos para la investigación científica. Así pues, en consecuencia:

La Bibliometría estudia la organización de los sectores tecnológicos a partir de las Fuentes de Información.

Mide el crecimiento de la Ciencia por medio de la producción de los científicos aplicando métodos estadísticos y así poder establecer el desarrollo de las disciplinas científicas.

Realiza estudios de consumo de información basándose en los documentos que utilizan los científicos.

Estos análisis se efectúan por medio de las referencias bibliográficas de las publicaciones contenidas en las bibliografías y en las fuentes de información tomando como punto de partida un periodo de tiempo determinado, porque en los instrumentos bibliográficos hay suficiente información sobre documentos primarios para que se puedan hacer estudios bibliométricos de cierta relevancia.

Así pues, la Bibliometría surge de la Bibliografía como una subespecialidad de ésta y se dedica a la cuantificación de los contenidos bibliográficos. Ambas, Bibliografía y Bibliometría son producto de las Ciencias de la Documentación.

Aportación a una definición de Bibliometría

Los estudios bibliométricos se pueden enfocar desde el punto de vista de las Fuentes de Información, que como se viene manteniendo son su base principal. Así, se seleccionan las fuentes de información más idóneas para el desarrollo de la investigación que se quiera efectuar.

También pueden utilizarse los catálogos o catálogos colectivos de títulos de revistas y las fuentes bibliográficas en los que se incluyen los resúmenes de los libros o revistas analizadas para localizar las referencias que reciben los diferentes autores en sus trabajos. Este será un método de medida propio de la Bibliometría: el análisis de citas. La posibilidad de interpretación de estas medidas cuantitativas abre vías para el estudio de las Ciencias.

Partiendo de estas premisas, así como de los fundamentos expuestos se puede se puede sugerir desde el razonamiento expresado a lo largo de este trabajo, que: La Bibliometría es el conjunto de conocimientos metodológicos para la aplicación de técnicas cuantitativas, destinadas al estudio de los procesos de producción, comunicación y uso de la información científica, con el objeto de contribuir al análisis y evaluación de la Ciencia y la investigación.

(1) Hulme, E.W. Statistical bibliography in relation on the growth of modern civilization. London: Grafton, 1923.
(2) Otlet, P. Tratado de la Documentación. Traducción de Maria Dolores Ayuso. Murcia: Universidad de Murcia, 1996.
(3) López Yepes, José. La construcción epistemológica de la Ciencia de la Documentación. Teoría de la Documentación. Pamplona: Eunsa, 1978, p. 31-32.
(4) Pritchard. A. Statistiscal biography on bibliometrics. Journal of Documentation, 1969, vol.25, nº.4, p. 348-349.
(5) Simón Díaz, José. La Bibliografía: concepto y aplicaciones. Barcelona: Planeta, 1991.

Bibliografía

BALSAMO, L. La bibliografía. Storia de una tradizione. Firenze: Sansoni Editori, 1984.

BESTERMAN, T. Les débouts de la bibliographie méthodique. París: La Palme, 1950.

BORREGO HUERTA, A. La investigación cualitativa y sus aplicaciones en Biblioteconomía y Documentación. Revista Española de Documentación Científica, 1999, vol. 22, nº. 2, p. 159-156.

BRADFORD, S.C. La Documentation. London : Crosby Locwood & Son, 1948.

CARPINTERO, H.; TORTOSA, F. Aplicaciones metodológicas de la bibliometría a la historia de la Psicología: una visión de conjunto. Valencia: Promolibro, 1996.

KRUMMEL, D.W. Bibliographies. Their aims and methods, 2ª ed. London, New-York: Mansell Publishing, 1986.

LÓPEZ YEPES, J. La Documentación como disciplina: Teoría e historia. Pamplona: EUNSA, 1995.

MORAVSKY, M.J. ¿Como evaluar la ciencia y a los científicos?. Revista Española de Documentación Científica. 1989, vol. 12, nº. 2, p. 313-325.

OTLET, P. Tratado de la Documentación. Traducción de María Dolores Ayuso. Murcia: Universidad de Murcia, 1996. Traité de Documentation. Le livre sur le livre.

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SPINAK, E. Diccionario enciclopédico de Bibliometría, Cienciometría e Informetría. París: UNESCO, 1996.

ZITT, M.; BASSECOULARD, E. Internationalization of communication: a view on the evolution of scientific journal. Scientometrics. 1999, vol. 46, nº.3, p. 669, 685.

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La biblioteca de Babel

Autor: Jorge Luis Borges
Fecha de publicación: 1941
Tema: filosofía, lógica
URL documento: http://www.inicia.es/...

Se pueden encontrar otros relatos cortos de Borges, y textos sobre lógica en general, en esta página, perteneciente al sitio personal de Diego Reina, dedicado a la publicación de documentos relacionados con las diversas ramas de la Filosofía.

El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono, se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono; transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante.

Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita. Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que es inconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamen clásico: La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.

A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro: esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumir la solución (cuyo desplazamiento, a pesar de sus trágicas proyecciones, es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememorar algunos axiomas.

El primero: La Biblioteca existe ab aeterno. De esa verdad cuyo corolario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los derniurgos malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y de letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas.

El segundo: El número de símbolos ortográficos cs veinticinco (1). Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letras M C V perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice Oh tiempo tus pirámides. Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas, de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos, no es del todo falaz.)

Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrables correspondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventa pisos, más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables M C V no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea. Algunos insinuaron que cada letra podía influir en la subsiguiente y que el valor de M C V en la tercera línea de la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otra posición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otros pensaron en criptografías; universalmente esa conjetura ha sido aceptada, aunque no en el sentido en que la formularon sus inventores.

Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior (2) dio con un libro tan confuso como los otros pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay, en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea, todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basílides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.

Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.

También se esperó entonces la aclaración de los misterios básicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo. Es verosímil que esos graves misterios puedan explicarse en palabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y gramáticas de ese idioma. Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada.

A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos. Las autoridades se vieron obligadas a promulgar órdenes severas. La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.

Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los «tesoros» que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma. Contra la opinión general, me atrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidas por los Purificadores, han sido exageradas por el horror que esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menor que los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.

También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total (3); ruego a los dioses ignorados que un hombre -¡uno sólo, aunque sea, hace miles de años!- lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, tu enorme Biblioteca se justifique.

Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablas (lo sé) de «la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira». Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula Trueno peinado, y otro El calambre de yeso y otro Axaxaxas mlö. Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres dhcmrlchtdj que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos -y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?)

La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana -la única- está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.

Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar -lo cual es absurdo. Quienes lo imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza (4).

Notas

1. El manuscrito original no contiene guarismos o mayúsculas. La puntuación ha sido limitada a la coma y al punto. Esos dos signos, el espacio y las veintidós letras del alfabeto son los veinticinco símbolos suficientes que enumera el desconocido. (Nota del editor.)

2. Antes, por cada tres hexágonos había un hombre. El suicidio y las enfermedades pulmonares han destruido esa proporción. Memoria de indecible melancolía: a veces he viajado muchas noches por corredores y escaleras pulidas sin hallar un solo bibliotecario.

3. Lo repito: basta que un libro sea posible para que exista. Sólo está excluido lo imposible. Por ejemplo: ningún libro es también una escalera, aunque sin duda haya libros que discuten y niegan y demuestran esa posibilidad y otros cuya estructura corresponde a la de una escalera.

4. Letizia Alvarez de Toledo ha observado que la vasta Biblioteca es inútil; en rigor, bastaría un solo volumen, de formato común, impreso en cuerpo nueve o en cuerpo diez, que constara de un número infinito de hojas infinitamente delgadas. (Cavalieri, a principios del siglo XVII, dijo que todo cuerpo sólido es la superposición de un número infinito de planos.) El manejo de ese vademecum sedoso no sería cómodo: cada hoja aparente se desdoblaría en otras análogas: la inconcebible hoja central no tendría revés.

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Técnicas mnemotécnicas y acertijos de ingenio

En el libro "Ayudando a la memoria. Técnicas y trucos para recordar" (Plaza & Janes, 2001; ISBN: 84-8450-527-8) su autor, Josep Mª Albaigès, incluye, como complemento imprescindible a la excelente descripción que se aborda en el texto en relación con los procesos de retención, memoria, y técnicas de recuperación o recuerdo de lo memorizado, un curioso "Diccionario de Mnemotecnias". En él se recogen, ordenados alfabéticamente en relación con la cuestión a la que hacen referencia, diferentes recursos mnemotécnicos (de mnemo + tecnia, aquellos elementos que sirven para auxiliar a la memoria), algunos de cierta complejidad y otros más asequibles, referidos a aspectos muy variados. En este mismo diccionario se encuentra la siguiente definición:

"Llamamos mnemotecnia a cualquier truco o procedimiento abreviado que permite recordar, de forma más o menos provisional, una cosa concreta y en general breve."
En "Ayudando a la memoria...", página 95

Me quedo para esta ocasión con dos curiosidades referidas al universo de las clasificaciones, entendidas éstas en sentido amplio (cito textualmente):

Clasificación decimal en bibliotecas
Las temáticas de la clasificación decimal suelen ser: 0. Obras Generales - 1. Filosofía - 2. Religión - 3. Ciencias Sociales - 4. Lengua - 5. Ciencias Puras - 6. Tecnología - 7. Arte - 8. Literatura - 9. Historia. Que se recuerdan con la frase: "Generales: ¡filosofad religiosamente! Socios: ¡hablad puramente! Técnicos y artistas: ¡escribid históricamente!".

Taxonomía
La clasificación de las especies naturales comprende los siguientes escalones: Reino - Tipo - Clase - Orden - Familia - Género - Especie. Se recuerda esta secuencia, en orden inverso, con la frase: "Una especie general de familias ordenadas clasifican los tipos del reino".

Es también muy curiosa la descripción mnenotécnica de los silogismos (y la forma de recordar las figuras en que los escolásticos los clasificaron), del número pi, y de varios principios o teoremas fundamentales de la física y la estadística, entre otros, pero dada la relativamente amplia extensión de los textos en cuestión, me remito a la consulta y lectura del libro referenciado, caso de interesar este tema.

La lógica silogística o aristotélica trata de determinar la verdad o falsedad de determinado argumento filosófico, mediante el contraste de proposiciones o premisas, y en cierto sentido puede ser considerada como una formalización, basada en expresiones del lenguaje natural, del sentido común. La utilización del silogismo por parte de los escolásticos se entiende dada la integración de la filosofía de Aristóteles en la dogmática cristiana, característica de la tarea de reflexión desarrollada por este grupo de pensadores de la Filosofía occidental entre mediados del siglo XI y mediados del siglo XV, aproximadamente.

Por otra parte, Josep Mª Albaigès es editor y articulista de la revista Carrollia,

"[...] órgano de comunicación [...] de Mensa España, que se dedica a las Matemáticas recreativas, la Lingüística, la Literatura Experimental, la Lógica, la Ciencia y todo aquello que hubiera gustado a Lewis Carroll."

Los boletines de los últimos años (1997-) están disponibles en formato PDF. También es muy recomendable, si se está interesado por estos temas, la "Colección de juegos de ingenio" (resueltos) del Club Mensa, gran parte de ellos editados originalmente en las páginas de Carrollia. En otro orden de "utilidad" páctica, el "Boletín Oficial de la Facultad de Ciencias Inútiles" (BOFCI) es otra publicación del Club Mensa cuya lectura conviene no perderse...

Y ya que hablamos, al menos tangencialmente, de juegos lógicos y de ingenio, mencionar dos bitácoras en lengua castellana dedicadas de forma monográfica a estos asuntos: Juegos de Ingenio & Acertijos y Pequeños Enigmas. En este último sitio se puede acceder a un buen número de enlaces que llevan a otras páginas de temática afín (ver el apartado "Buenas páginas de ingenio").

[16.1.04] [0 comentarios] [#] [lista]

Los principales sistemas de clasificación

Autor: Jaime Peón Pérez, EUBD (UCM)
Tema: sistemas de clasificación, lenguajes documentales

Si bien en toda época histórica ha habido proyectos y esquemas de tipo clasificatorio para la ordenación de los conocimientos y de los documentos, los orígenes de los sistemas clasificatorios bibliográficos y bibliotecarios modernos pueden remontarse al año 1876 en que se publica la obra de Melvil Dewey, "A classification and subject index for cataloging and arranging the books and pamphlets of a Library" y tras ella aparecerán los cuatro grandes sistemas clasificatorios contemporáneos: la Clasificación de la Library of Congress, la Clasificación Decimal Universal (CDU), la Clasificación de Bliss, y el sistema clasificatorio de Ranganathan.

La Clasificación Decimal de Melvil Dewey (DC)

El sistema clasificatorio ideado y publicado en 1876 por el bibliotecario norteamericano del Amherst College Melvil Dewey [1] [2], está inspirado en los pensamientos y trabajos filosóficos de Auguste Comte y Roger Bacon y parte de tres principios característicos básicos, que serán posteriormente utilizados a su vez como elementos conformadores de la CDU. Estos tres principios son:

La gran innovación del sistema clasificatorio de Dewey consiste en abarcar el conjunto de los conocimientos sobre una división jerárquica constante en base diez, en la que el número de cifras corresponde al nivel de división. En ese esquema, el conjunto de los conocimientos se divide en nueve campos: 1: filosofía, 2: religión, 3: ciencias sociales, 4: idiomas, 5: ciencias exactas, 6: técnicas, 7: arte, 8: literatura, 9: geografía e historia y el número 0 queda reservado para las obras de carácter general.

La clasificación de Dewey ha evolucionado desde sus orígenes como esquema clasificatorio hasta su actual 20ª edición del año 1990, con más de 20.000 entradas, de la que existe una versión abreviada de aproximadamente 6.000, y su estructura consiste en una introducción teórica, siete tablas de números auxiliares (subdivisiones comunes, geográficas, literaturas, lenguas, razas y pueblos y notaciones de personas), las tablas de las notaciones de la clasificación y un índice alfabético de materias que en la edición completa supera las 100.000 entradas.

En la actualidad la clasificación de Dewey es utilizada por el 90% de las bibliotecas norteamericanas y se utiliza en la Biblioteca del Congreso, conjuntamente con su propia clasificación, y asimismo se emplea en los organismos bibliográficos responsables de la bibliografía nacional italiana, la British National Bibliography y las cintas MARC de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Como clasificación bibliotecaria, la de Dewey es enumerativa, práctica y de fácil utilización, su evolución está asegurada por las revisiones correspondientes a sus sucesivas ediciones, que, desde la muerte de Dewey en 1931, son llevadas a cabo por la Lake Placid Education Foundation [fundada en 1922 por Dewey].

La Clasificación de la Biblioteca del Congreso (LCC)

La clasificación de la Biblioteca del Congreso de Washington tiene su origen en un criterio pragmático adoptado en 1900 por Robert Putnam para la ordenación de los fondos de la Biblioteca del Congreso con motivo de su traslado a su nuevo edificio.

Su origen se encuentra en la Expansive Classification de Charles Cutter, sistema alfabético en la que cada letra se expandía por la adición de nuevas letras, adaptado por Hanson y Martel de forma que el medio de expansión de las letras mayúsculas fueran números y constituyeran así un sistema alfanumérico en el que las notaciones pueden constituirse como signatura topográfica para la colocación de los libros.

Las características básicas de la clasificación de la Biblioteca del Congreso son las de su carácter práctico ya que no pretende una organización sistemática de conocimientos sino una organización práctica de obras según su contenido, partiendo de las obras generales a las monografías especializadas.

Siguiendo esos criterios prácticos, los espacios destinados dentro del sistema clasificatorio a las obras de una determinada disciplina están en función del número de obras y no de su importancia intrínseca.

Su estructura está formada por 29 tablas, con aproximadamente 30.000 notaciones, que forman una obra de más de 10.000 páginas. Cada tabla está formada por una introducción histórica y explicativa, sinopsis, tablas, en ocasiones algunas tablas auxiliares, índices y suplementos con las modificaciones y adiciones.

La clasificación carece de índice general, y las notaciones se construyen con una o dos letras mayúsculas y hasta cuatro cifras árabes con valor entero y no decimal.

Como sistema clasificatorio, el de la Biblioteca del Congreso es el más enumerativo de todos ya que fue creado a la medida de un uso y una colección bibliográfica, la del Congreso, determinados, lo que hace que cuente con un amplio vocabulario y una gran fijeza, ya que sobre ella está organizada la colocación de los libros, realizándose las adiciones aparte.

Pese a sus orígenes como un esquema propio de uso interno, la clasificación de la Biblioteca del Congreso, debido a la gran importancia de esta, ha influido exteriormente en otros lugares y así, por ejemplo, su repertorio de encabezamientos de materia ha sido adoptado por la Biblioteca del Centro Pompidou de París y es utilizado como lista de autoridades de materia por la Biblioteca Nacional de Francia.

La Clasificación Bibliográfica de Bliss (BC)

La Bibliographic Classification, es una creación del bibliotecario norteamericano Henry Evelyn Bliss, teórico y autor de obras como "Organization of Knowledege in Libraries" (1929), y creador del sistema de clasificación que lleva su nombre, que fue editado en forma resumida en 1935 y en edición completa, "A Bibliographic Classification", entre 1940 y 1953, con una segunda edición BC2, publicada sólo parcialmente.

La estructura del sistema clasificatorio se basa en un esquema de ordenación por disciplinas suficientemente flexible como para adaptarse a revisiones parciales según la evolución de los conocimientos. Junto a ello se establece un orden entre las disciplinas de forma que pueda producirse una gradación entre ellas y se subordinen de manera que cada nueva disciplina derive tanto como sea posible de la que la preceda, yendo desde las más simples a las más complejas.

La clasificación comprende cuatro volúmenes, compuestos por una introducción general, una introducción a las ciencias de la naturaleza, una sinopsis breve y una sinopsis general, las tablas A-Z y los índices, con unas 45.000 entradas.

El sistema de notación es alfabético con letras mayúsculas y utiliza números para notaciones de forma y auxiliares, ofreciendo notaciones abreviadas y colocaciones alternativas para materias susceptibles de estar en mas de un lugar, con tres tipos de tablas auxiliares: de carácter general, de tipo histórico y filológico y de carácter especial.

Como sistema clasificatorio el de Bliss es un sistema pedagógico, de gran claridad que aplica a las disciplinas un esquema que las contempla desde los puntos de vista filosófico, teórico, histórico y práctico, (base teórica de cada disciplina, la disciplina en si misma, su historia y sus aplicaciones), sustituyendo la ordenación de tipo jerárquico por una gradación de lo simple a lo complejo en las disciplinas y de lo general a lo particular entre los distintos conceptos de una materia.

La clasificación de Bliss, dado su carácter científico y pedagógico y su adaptabilidad, es utilizada por numerosas bibliotecas universitarias de países anglosajones, y su edición y mantenimiento corren a cargo de la BC Association que edita la publicación periódica "Bliss Classification Bulletin".

La Clasificación Colonada o Facetada de Ranganathan (CC)

La Colon Classification es una creación de S. R. Ranganathan, matemático y bibliotecario, director de la biblioteca de la Universidad de Delhi, y autor de obras como "Library classification fundamentals and procedure" (1944) y "Elements of library classification" (1953).

El sistema clasificatorio, en el que juega un papel principal el signo : (colon), como elemento de relación, supone una ruptura total con los demás sistemas de clasificación, ya que no contempla un esquema de conocimientos, que se va subdividiendo lineal y jerárquicamente, sino una realidad básica que se descompone en facetas según se le apliquen distintas características.

Esto es, el sistema consiste en clasificar materias y conocimientos no sólo por la relación jerárquica de genero a especie, sino también por las relaciones existentes entre una cosa y sus partes, sus materias constitutivas, sus propiedades, los tratamientos a los que pueden estar sometidas, el espacio y el tiempo.

El sistema de Ranganathan hace que cada documento no se sitúe en una signatura preestablecida en una tabla creada a esos efectos, sino que se define analíticamente a través de combinaciones de signos que tienen en cuenta su personalidad y propiedades.

Así, la Colon Classification está compuesta por unas tablas de materias básicas, 36 en su sexta edición, y, sobre todo, por materias compuestas que resultan de aplicar a una materia principal unas características especiales que pueden reducirse en bibliotecas a cinco conceptos fundamentales: Personalidad, Materia, Energía, Espacio y Tiempo (PMEST), considerados como facetas significativas, existiendo también recursos o subdivisiones comunes que sustituyen en ocasiones a las facetas.

Ranganathan concebía el Mundo como un conjunto de entidades variables, considerables desde varios puntos de vista (facetas), los cinco conceptos fundamentales ya mencionados o términos normalizados, utilizados en su sistema para clasificar las materias.

Las notaciones clasificadoras son mixtas, con letras mayúsculas, números árabes y signos del alfabeto griego para las materias principales, cifras árabes para las facetas, mayúsculas para el tiempo y distintos signos para indicar formas de relación entre los elementos.

En 1935 Ranganathan formula las cinco leyes de la biblioteca ideal:

  1. Los libros son para ser leídos.
  2. Cada lector debe encontrar el libro que le conviene.
  3. Cada libro debe poder recuperarse.
  4. El tiempo del lector debe ser economizado.
  5. Una biblioteca es un organismo en evolución.

Ventajas de la Clasificación Colonada de Ranganathan:

Presenta sin embargo los siguientes inconvenientes:

Como sistema clasificatorio, el de Ranganathan resulta complejo en la práctica y prácticamente no se ha extendido fuera de la India, a lo que hay que añadir la ausencia de actualizaciones desde la muerte de Ranganathan en 1972, dejando pendiente su séptima edición, pero, sin embargo, la Colon Classification es de gran interés por su teoría y estructura, y en sus fundamentos se han inspirado sistemas modernos de clasificación por facetas y lenguajes de interconexión como el Broad System of Ordering (BSO).

Habida cuenta de que en el documento original no se proporciona ningún dato acerca del origen y características más reseñables de la CDU, exponemos a continuación algunas ideas a propósito de este lenguaje de clasificación, tomadas de diversas fuentes bibliográficas.

La Clasificación Decimal Universal (UDC)

Los precedentes de la Clasificación Decimal Universal (CDU) se hallan en la Clasificación Decimal de Dewey (CDD), adaptada y modificada por los belgas Paul Otlet y Henry La Fontaine. La primera edición data del año 1905, y en el contexto de una concepción científica de la bibliografía y de la documentación, su creación tenía como objetivo general servir en la normalización de la clasificación documental en el plano mundial, y específicamente ser utilizada como instrumento de trabajo en la tarea de normalizar el proyecto de Repertorio Bibliográfico Universal (RBU) en el que estaban empeñados Otlet y La Fontaine, finalmente abandonado dada la magnitud de la empresa. Este proyecto estaba encauzado a través del Instituto Internacional de Bibliografía (IIB, 1895), y suponía la elaboración de un repertorio bibliográfico universal y la cooperación bibliográfica internacional en todos los órdenes, como forma de dar respuesta a la necesidad de controlar y sistematizar el incesante crecimiento de la bibliografía de carácter científico.

En 1895, Otlet y La Fontaine convocan en Bruselas la 1ª Conferencia Internacional de Bibliografía, punto de arranque del IIB, con la intención de elaborar el RBU. Para ello necesitan de un instrumento de control, que será la adopción del sistema clasificatorio de la CDD, modificado y adaptado a medida que se va desarrollando el RBU.

Si bien, como ya se ha dicho, fracasaría el empeño de elaborar el RBU, debido a la fuerte "explosión documental" que ya comenzaba a hacerse patente en los albores del siglo XX, se derivaron del fallido proyecto dos positivas consecuencias:

En primer lugar, el IIB se constituiría en la base de la documentación moderna como disciplina de carácter científico. En 1931 se transformó en el Instituto Internacional de Documentación, dando paso en 1938 a la Federación Internacional de Documentación (FID) con sede en La Haya.

En segundo lugar, posibilitó el nacimiento de la CDU. A lo largo de los años 1905-1907, Otlet y La Fontaine dan a conocer el manual del RBU, que no es sino el manual del sistema de clasificación que están utilizando para realizar dicho repertorio. se basaba en la 5ª edición de la CDD, y suponía el anticipo de lo que será definitivamente, a partir de 1927, la CDU, sistematizada en el periodo 1927-1933 con la ayuda de Donker Duyvis, que se ocupará de desarrollar en las tablas aquellas partes relacionadas con las ciencias, dentro del esquema de clasificación. La CDU constituyó un evidente avance sobre el sistema de Dewey, del cual se diferencia en tres aspectos principales:

La CDU presenta una serie de características comunes con la CDD:

Sin embargo presenta características propias:

La CDU es una clasificación sistemática, de carácter enciclopédico, que contiene sucesiones de conceptos ordenados por relaciones esenciales, según principios de subordinación lógica; es un sistema mixto entre las clasificaciones enumerativas (por ejemplo, la CDD) y las facetadas (por ejemplo, la Colon Clasification o Clasificación Facetada de Ranganathan), enumera el conocimiento en diez grandes grupos o temas, combinándolos con subdivisiones auxiliares, comunes y especiales, para hacer posibles combinaciones de conceptos. Las clasificaciones mixtas parten de un carácter enumerativo básico, pero permiten usos sintéticos, similares a las facetas, para posibilitar mayor precisión en la descripción de los documentos. Así, la CDU añade un mayor aparato sintético al esquema básico de la CDD, tratando de adaptarse en sus orígenes a estados del conocimiento humano cada vez más complejos.

El esquema básico de la CDU se compone por tanto de tablas principales y de tablas auxiliares, siendo las segundas las que permiten combinar los distintos aspectos desde los que es posible contemplar los conocimientos principales.

Como tal sistema de clasificación, la CDU tiene una estructura compuesta por una introducción doctrinal, con la teoría del sistema, tablas principales, tablas auxiliares, con divisiones comunes o analíticas, y un índice alfabético que contribuye a unir los temas en una sola entrada.

La CDU se editó con el respaldo de la FID hasta el año 1992, a partir del cual se crea el UDC Consortium, formado por la propia FID y cinco países, a saber: Bélgica, España, Grán Bretaña, Holanda y Japón.

El objetivo de este consorcio es garantizar la continuidad editorial de la CDU, e introducir de común acuerdo las modificaciones pertinentes, en función de la evolución de los conocimientos y las disciplinas. El propósito del consorcio es crear un fichero base para futuras ediciones, y garantizar de esta forma las ampliaciones del sistema de clasificación.

La extensión determina varios tipos de ediciones: resumidas (2% del sistema de clasificación), abreviadas (10% del sistema), medias (30% del sistema), y completas. Solamente en centros muy especializados o de gran envergadura se utilizan ediciones completas. Existen ediciones especiales que incluyen notaciones y entradas relacionadas con los intereses y la actividad de centros especializados, que desarrollan apartados concretos de las categorías principales.

El sistema de notación de la CDU se construye mediante numeración arábiga con valor decimal. Los grupos de tres cifras se separan mediante un punto, y la notación presenta una estructura jerárquica, de forma que cuanta mayor sea su longitud, más concreto y específico es el concepto que expresa. Así mismo, refleja el grado de jerarquización en general para los números pertenecientes a la misma clase. A cada número de la CDU le corresponde un concepto o grupo de conceptos, realizándose mediante una serie de signos la combinación de varios números, de forma que puedan ser reflejados los documentos complejos y aquellos que contienen varios conceptos.

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