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Valiosos tesoros electrónicos avanzan hacia la obsolescencia

Autora: Katie Hafner
Fuente: The New York Times - El País, 25/11/2004 [*]

[*] Selección semanal de textos traducidos al castellano editada por El País como un suplemento. El título original del artículo es "Digital Memories, Piling Up, May Prove Fleeting" (el acceso al texto completo no es gratuito).

Los ordenadores están absolutamente llenos de tesoros personales: millones de fotografías, músicas de todos los géneros, novelas inacabadas, trabajos escolares y, por supuesto, montañas de mensajes electrónicos.

Pero nadie ha pensado cómo conservar estos materiales digitales para la próxima década, y mucho menos para la eternidad. Como el correo basura, el problema del archivo digital, que parece sencillo, confunde hasta a los expertos. "Conservar una fotografía digital, pongamos cien años, supondrá mucho trabajo", comenta Peter Hite, presidente de Media Management Services, consultora de Houston, "mientras que tomar una foto tradicional y simplemente ponerla en una caja de zapatos no supone trabajo alguno".

La mitad de las fotografías se hacen ya con cámaras digitales, y la mayoría de ellas no abandonan el disco duro de un ordenador personal. "Estamos acumulando más información digital de la que somos capaces de manejar, y avanzando hacia nuevas plataformas con más rapidez de la que podemos asumir", afirma Jeffrey Rutenbeck, director del Programa de Estudios sobre los Medios de Comunicación en la Universidad de Denver.

Tan terrible y complejo es el problema de la conservación digital que la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos ha creado comités y emitido informes sobre el nivel de preparación del país para la conservación digital. Jim Gallagher, director de servicios de tecnología de la información en la Biblioteca del Congreso, ha explicado que la biblioteca, enfrentada a "un diluvio de información digital", ha establecido un proyecto de varios años y millones de dólares para conservar el material digital de manera que pueda ser leído en el futuro independientemente del soporte físico y lógico que se utilice. Se supone que, muy pronto, las máquinas y los programas ahora en uso se quedarán obsoletos.

Ken Thibodeau, director del programa de archivos electrónicos de la Administración Nacional de Archivos y Registros estadounidense, dice que "es un problema global, que afecta a las administraciones públicas y las empresas de gran tamaño, ya cada individuo".

Los dueños de ordenadores personales luchan en privado. A falta de una solución segura, los expertos recomiendan copiar los materiales que antes estaban en vinilo, película y papel en CD y en otros formatos de copia de seguridad.

Pero los mecanismos para conservar copias también pueden perder su integridad. La cinta magnética, los CD y los discos duros distan mucho de ser robustos. La vida de los datos introducidos en un CD mediante grabadora puede ser tan corta como cinco años.

La memoria digital puede acabar sufriendo amnesia.

Philip Cohen, encargado de comunicaciones de una fundación sin ánimo de lucro de San Francisco, tiene 33 años. Desde que estaba en primaria, ha usado el ordenador para sus trabajos escolares, y casi toda su correspondencia desde la universidad es electrónica. Con los años, ha transferido los documentos importantes a ordenadores y formatos de almacenamiento más modernos, como CD y DVD. "Seguiré trasladando el material que me interesa por razones sentimentales", comenta. Pero Cohen explica que se ha dado cuenta de que algunos de sus CD están empezando ya a degradarse.

Los archiveros y bibliotecarios profesionales tienen recursos para duplicar los materiales en otros formatos y la experiencia necesaria para recuperar materiales atrapados en ordenadores obsoletos. Pero rara vez los usuarios están tan bien equipados. Así que se ven obligados a diseñar sus propias medidas, la mayoría de ellas incómodas.

Para algunos usuarios de ordenador, la solución es guardar los equipos obsoletos en casa. Simon Yates, analista de Forrester Research, tiene su ordenador viejo metido en un armario. Pero, si quisiera recuperar algo de allí, "tendría que reconfigurar toda mi oficina sólo para encenderlo", comenta.

Peter Schwartz, presidente de Global Business Network, especializado en planificación a largo plazo, afirma que dentro de una o dos décadas ese método de "museo" podría ser la respuesta más factible: cuando exista un sector servicios para ordenadores viejos y formatos de datos obsoletos.

Hasta que ese sistema resulte comercialmente viable, existe el método de la impresión. Melanie Ho, de 25 años, alumna de la Universidad de California, Los Ángeles, usa ordenadores desde primaria. Diseña páginas de Internet y pasa buena parte del día conectada a la Red. Pero imprime los documentos importantes y almacena juegos de copias de seguridad en casa de sus padres. "Mucha gente piensa que la copia impresa morirá a causa de los ordenadores", comenta, "pero yo creo que la cualidad tangible del papel resulta más tranquilizadora".

La movilidad constante puede ser otro problema. Stephen Quinn, profesor de periodismo en la Ball State University de Muncie, Indiana, viaja con frecuencia debido a su trabajo. Prefiere mantener el papel reducido al mínimo, y raramente hace copias impresas.

Quinn guarda una caja con un conjunto ecléctico de discos para almacenar información que abarca desde comienzos de la década de 1980. Toda su poesía y otros escritos, además de sus agendas, están en esos dispositivos digitales. Quiere guardar el material para sus hijos, pero no tiene manera de leer los archivos que grabó en disco hace más de 20 años. Ha buscado infructuosamente un ordenador como el viejo que tenía. "Tengo un cajón lleno de discos y carezco de equipo para leerlos", se queja.

[26.11.04] [0 comentarios] [#] [lista]

Grupo de investigación REINA, Universidad de Salamanca

En esta ocasión no vamos a dar cuenta de ningún artículo o texto, sino de una página web, la correspondiente al Grupo de investigación en REcuperación de la INformación Automatizada (REINA) de la Universidad de Salamanca:

"[...] formado por profesores del Departamento de Informática que imparten docencia en la Diplomatura en Biblioteconomía y en la Licenciatura en Documentación [*] de la Universidad de Salamanca. [...] Nuestras áreas de interés giran en torno a la Recuperación de Información en varias vertientes:

  • implementación de conocimiento lingüístico específico en sistemas de recuperación
  • procesamiento de lenguaje natural
  • recuperación multilingüe
  • clasificación automática
  • respuestas a preguntas (Questions Answering)
  • recuperación en el web
  • cibermetría."

[*] Facultad de Traducción y Documentación

En el apartado "Publicaciones" encontramos una selección de trabajos sobre los temas arriba enunciados, publicados por los miembros de este grupo de investigación sobre recuperación de información. Por otra parte, en "Materiales" localizamos una serie de herramientas y utilidades, entre las que destaca el programa Karpanta, "[...] sistema experimental, diseñado para su aplicación en la docencia e investigación en Recuperación de la Información.". El sitio web del Grupo de investigación REINA se completa con otros apartados tales como "Bibliografía" y "Enlaces", entre otros.

[20.11.04] [0 comentarios] [#] [lista]

El huérfano de la Muqata

Autor: Santiago Alba Rico - Filósofo
Fuente: Gara, 15/11/2004
Url documento: http://www.gara.net/...

Durante los últimos tres años de su vida, encerrado en la antigua prisión inglesa de la Muqata como presidente de la ANP y presidiario de Israel, Yasser Arafat soñó sin duda muchas veces con una muerte violenta a manos del ejército ocupante. Más remota que nunca la constitución de un Estado palestino, incapaz de conciliar las diferencias dentro de su propio partido, caminaba Arafat por los pasillos de su mermado palacio, arriba y abajo, con este sueño quizás de un final glorioso que le equiparase a todos esos shuhadá a los que no había podido proteger, en su propia tierra, del enemigo. Pero Abu Ammar, como le llamaban familiarmente los suyos, era un hombre realista y sabía que de Sharon no podía esperar ni siquiera que lo matase. Mitad por estrategia, mitad por crueldad, el siniestro general lo descalificaba públicamente como un obstáculo para la paz y al mismo tiempo lo mantenía con vida en los límites de una ratonera cada vez más pequeña, cada vez más angosta, cada vez más insalubre. Jugaba con él y exasperaba a su pueblo, explotando con refinadísima ferocidad la sensibilidad de los árabes frente a las humillaciones simbólicas. Un día le arrancaba una columna, otro le rebañaba un muro, otro le volaba un despacho, hasta dejarlo pelado entre los escombros, recluido en el último y tembloroso edificio del recinto al que los caprichos del monstruo proporcionaban irregularmente agua, electricidad y medicinas. Desde allí Arafat impartía instrucciones, elaboraba discursos, irradiaba su autoridad, gobernaba ­en fin­ su archipiélago de agujeritos; allí Arafat recibía delegaciones solidarias que desafiaban el cerco israelí, pero también a dignatarios europeos que no sentían vergüenza de tener que pedir permiso a un carnicero para visitar al presidente electo de una nación; allí Arafat encogía, languidecía, envejecía en su perenne uniforme verde oliva bajo su kufiya de nieve negra. Por nada del mundo Sharon lo habría matado; todos los días daba las gracias a Yahvé por haberlo dejado escapar en Beirut y tenerlo ahora a merced de sus zarpazos juguetones en un cuadradito de tierra.

La figura de Arafat era ambigua y discutible, pero su muerte ha apenado incluso a aquellos que tenían más razones para hacerle reproches. No sólo porque había acabado por concentrar demasiada existencia ­héroe o dragón­ como para no dejar un hueco entre los ladrillos del aire sino porque representaba a su pueblo, incluidos sus detractores dentro y fuera de la OLP, mucho más que cualquier otro gobernante del mundo. No fue su poder, en realidad tan frágil, el que lo convirtió en un símbolo; fue el poder negro, agresivo, absoluto, de Israel gravitando ininterrumpidamente sobre sus hombros. Ningún otro mandatario ha tenido nunca, al mismo tiempo, tanta personalidad y tan poco poder por culpa de otros. En este sentido, su muerte no es algo que le haya ocurrido a él sino algo que le han hecho al pueblo palestino: es el enésimo bombardeo, el próximo metro de muro, el olivo número 1.000.000 arrancado del suelo milenario de Cisjordania. Su muerte ha escenificado con dramática fidelidad un destino colectivo: el de un pueblo que muere todos los días fuera de casa y es enterrado todos los días en una prisión. Los diez sacos de arena acarreados hasta Ramala desde Jerusalem, donde Arafat jamás será sepultado mientras pueda impedirlo un sionista, expresan al mismo tiempo el amor desesperadamente concreto y la angustiosa ligereza de estos palestinos a los que no se quiere dejar más tierra que la que puedan llevarse en el bolsillo. Los que hemos visto alguna imagen del entierro de Arafat en la Muqata ­con todos esos jóvenes saltando en racimo por encima de las vallas­ no hemos podido dejar de sentir una dolorosa melancolía; bajo las cámaras de los fotógrafos, centro de la atención mundial, los palestinos reunidos por millares en Ramala me han parecido más abandonados que nunca, hijos de huérfanos y padres de huérfanos, y también más necesarios que nunca. Pero si me han parecido huérfanos no es porque hayan perdido a Arafat; todo lo contrario: me ha parecido más bien que era Arafat, mediante esta muerte común y casi típicamente palestina, el que se reincorporaba retrospectivamente, y así iluminaba, a un pueblo de huérfanos, como un huérfano más entre los huérfanos, sin diferencias ya de rango ni de estirpe; y todos huérfanos ­el rais desaparecido y su pueblo resistente­ se apiñaban ahí para darse un poco de calor y retar al mundo que los mira y quiere seguir mirándolos perecer, sin hacer nada, día tras día. Bajo las cámaras de televisión de todo el mundo, el pueblo palestino se mostraba en Ramala tan exactamente solo ­maniatado por los EEUU, traicionado por los árabes, ignorado por los europeos­ como lo ha estado siempre.

El legado de Arafat, la gran conquista de cuarenta años de lucha, es finalmente esta horrenda paradoja propia de nuestra época: las cámaras de televisión. Probablemente hay pueblos más abandonados en otras regiones de la tierra: pienso, por ejemplo, en el pueblo saharaui, en el pueblo kurdo o en el pueblo checheno. Pero el pueblo palestino, gracias a la incansable labor de Abu Ammar, es hoy el pueblo más públicamente abandonado del planeta. Es el único pueblo al que vemos todos los días y al que abandonamos todos los días sin inmutarnos. Abrimos las páginas de los periódicos, escuchamos la radio, encendemos la televisión: «Vamos a abandonar otra vez al pueblo palestino». Si Sharon puede permitirse toda la publicidad del mundo, es que Israel ha ganado definitivamente la batalla y nosotros hemos perdido definitivamente el alma.

La figura de Arafat es de las que se agigantan con el tiempo, porque vendrán aún tiempos peores y porque sus defectos y sus errores aparecerán restrospectivamente ­así operan los mitos­ como golpes de astucia o razones de fuerza mayor. En la levadura de su soledad colectiva, el pueblo palestino hará crecer la estatura de este hombre autoritario y carismático que luchó y luchó sin ganar nada y sin perderlo todo y que durante diez años, de vuelta a su tierra desmigajada, dio a los palestinos un presidente antes de darles un país: una sombra, en todo caso, que ningún palestino quería perder.

[15.11.04] [0 comentarios] [#] [lista]

Base de datos documental (Knosys)

Fuente: CiberP@ís, 11/11/2004

Knosys, la base de datos documental desarrollada por la [empresa] española Micronet, cumple dos décadas al servicio de archiveros, documentalistas y profesionales que trabajan con grandes volúmenes de documentos de texto. Su versión 2004 aporta funciones para recuperar la información y una arquitectura cliente servidor, que permite depositar la información en el servidor y trabajar desde un ordenador cliente. [...] está disponible para Windows, y más adelante, para Linux.

[Fin de la reseña]

Una base de datos documental es aquella en la que cada registro se corresponde con un documento. Knosys permite almacenar los documentos de carácter textual a texto completo, y acompañalos con otros tipos de documentos, de tipo multimedia. En el siguiente documento, "Bases de datos documentales: estructura y principios de uso" (Luis Rodríguez Yunta; en formato PDF), se ofrece una visión introductoria y de carácter general acerca de este tipo de base de datos. Sobre Knosys 2004:

Knosys 2004 integra toda la documentación de una empresa en un solo repositorio

Fuente: Bitácora Digital
Url documento: http://www.bitacoradigital.com/...

Micronet ha presentado la herramienta Knosys 2004, diseñada para que las empresas aprovechen al máximo su conocimiento y aumenten así su productividad y rentabilidad.

Knosys 2004 es una solución que permite aglutinar en un mismo punto, Knosys Server 2004, toda la información disponible en una organización, para ponerla a disposición de todas las personas relacionadas con la empresa a través de Knosys Manager 2004.

La nueva versión de Knosys permite la publicación de cualquier tipo de documento, ya sea de texto, imagen o vídeo, directamente sobre el cliente. Además, permite realizar un índice automático de toda la información, así como la importación o exportación automática de repositorios de información. Dentro de su capacidad de búsqueda incluye más de 20 operadores distintos y ofrece diferentes niveles de seguridad tanto en acceso a información como en su manipulación. Permite el registro de consultas y la creación y posterior recuperación de consultas acumuladas. También permite crear alertas sobre nuevos documentos introducidos que puedan ser de interés para el usuario.

Knosys 2004 se presenta en varias versiones. La primera de ellas, Knosys developer 2004, está diseñada para integraciones a medida desarrolladas directamente por el cliente. La segunda de ellas, Knosys Education 2004, permite la gestión de la información generada por uno o varios centros educativos conectados entre si. Otras versiones son Knosys Government 2004, que ofrece una capacidad ilimitada de publicación de información y Knosys Enterprise 2004, que permite la integración de toda la documentación de una empresa en un solo repositorio.

[12.11.04] [0 comentarios] [#] [lista]

Va a ser que no

Autor: Antonio López del Moral
Fuente:  libreXpresion.org
Url documento: http://www.librexpresion.org/...

Bush arrasa en Norteamérica, esa Norteamérica en la que decía nada menos que Bakunin que triunfaría la revolución (Mijail, Mijail), Bush arrasa y se regodea en la sangre derramada, en la pólvora y los huesos rotos, en la tierra arrebatada, Bush se cisca en Europa, con gran algarabía de sus comparsas del PP, que ahora nos amenazan con las consecuencias, ya veréis, ya veréis, y el untuoso Piqué, haciendo de la escoliosis virtud, se inclina un poquito más, sonriente y siniestro, como un jorobado de la Edad Media.

La América profunda vota, la del miedo, la de los pueblos tristes del desierto, la de las carreteras infinitas y las bolas de polvo y cardos secos, la América rural, la de la horca, la del rifle y las gasolineras asaltadas, la del paro. La de los tetra bricks llenos de humo, la América que no fuma, que no folla, la América que se saca la mierda del ombligo con el cañón cortito de la Smith & Wesson. América pacata y religiosa, dispuesta a lapidar, a ejecutar a un niño, a cortar a un homosexual las alas y a impedir el progreso de la ciencia en el nombre de no sé qué padres ni qué dioses. América de la franja de la Biblia, la Biblia de neón, que decía Kennedy Toole, pero ahora de neones apagados, la América que todavía hoy niega la teoría de la evolución, quizá porque ella no se ve a sí misma muy evolucionada, la América que cifra su orgullo nacional en una cisterna de water más holgada, en el derecho a disparar, a contaminar, a expoliar, en el derecho a ignorar al resto del mundo, a invadir, a matar, a asfixiar económicamente a los regímenes que no comparten sus ideas. América de Terminators que se han tragado el cuento de que vienen de un futuro lejano para salvarnos, y nos salvan a tiros y a patadas, y luego nos hacen una foto con un bote de coca cola en la mano, para que se vea lo contentos que nos dejan y la cara de gilipollas que se nos queda. [continúa]

[6.11.04] [0 comentarios] [#] [lista]

El "genocidio" cultural en Iraq: un millón de libros destruidos

Autor: Fernando Báez (*)
Fuente: CSCAweb, 03/11/2004
Url documento: http://www.nodo50.org/csca/...

(*) Fernando Báez formó parte de la comisión, auspiciada por la Unesco, que visitó Iraq para evaluar los daños sufridos por la Biblioteca Nacional de Bagdad, experiencia relatada en este artículo, publicado originalmente, con el título "El enigma de los libros destruidos en Bagdad - Relato y fotografías de Fernando Báez", en la revista Número (Bogotá, Colombia, octubre 2004).

¿Por dónde comenzar? Acaso la primera señal, o la última, de que algo iba a cambiar mi vida fue el teléfono, que sonó repetidas veces a finales de abril. Alguien insistía con desesperación o vanidad, y pensé que se trataba, sin duda, de alguien confundido. Se sabe que los números equivocados nunca están ocupados, así que el mío podía ser un número perfecto. Cuando contesté, presionado por la molestia del timbre, nada de lo que creía, por supuesto, resultó cierto. Era Giovanny Márquez, un viejo amigo mío, abogado experto en bienes culturales, y su voz se oía lejana, distorsionada, descortés. Había retornado de España con la noticia de la destrucción de un millón de libros en la Biblioteca Nacional de Bagdad (Dar al-Kutub wa al-Watha'iq) [1].

Desesperado y deprimido, me explicó que una comisión internacional iría a Iraq a confirmar esta mala noticia, con apoyo de la Unesco, el Centro de Estudios Árabes y otras organizaciones. Dos universidades latinoamericanas, además, me postularon como experto en el tema. Márquez insistió en que debía ir porque, en efecto, había pasado mi vida entera dedicado a estudiar el problema de la biblioclastia, el nombre griego que se da a la destrucción de libros, y era una oportunidad única de comprobar lo aprendido. Y así fue como todo, súbitamente, cobró un sentido que me era ajeno.

Para inicios de mayo de 2003, salía rumbo a París y luego a Jordania. Desde Ammán llegué hasta el puesto de Karama y, tras un recorrido de 600 kilómetros por la llamada "autopista del miedo", a Bagdad. Fue un mal viaje, y como era de esperarse enfermé debido al calor (en ese entonces las temperaturas llegaban a los 50 grados centígrados). Una vez instalado en el hotel, pasé una noche sin ventiladores ni agua, pero me repuse; ya bien temprano, supe que me quedaba poco tiempo y debía aprovechar cada minuto, lo que me obligó a recordar el consejo de mi antiguo jefe de la época en que vendía enciclopedias y biblias para poder estudiar: el modo más rápido de encontrar algo es buscar otra cosa. Se suponía que debía acudir a la CPA (Coalition Provisional Authority) a interrogar a los norteamericanos sobre lo ocurrido, pero desestimé esa opción, en claro desafío, y preferí echar un vistazo por mi cuenta, bajo mi propio riesgo. Mi plan, en verdad, era el más sencillo que pueda imaginarse: ir, tomar apuntes, escuchar a los empleados iraquíes partidarios o enemigos de Saddam Hussein. Lo que averigüé y vi, vale la pena advertirlo, me produjo un insomnio que aún permanece. Habría sido mejor, tal vez, olvidar, pero uno olvida para que todo, de nuevo, lo sorprenda. Las trampas de la razón son las más arteras.

¿Qué pasó?

¿Qué pasó en la Biblioteca Nacional de Bagdad? Cualquier explicación que proporcione tiene su punto de arranque en la visita que hice a la biblioteca, un edificio de tres pisos uniformes de 10.240 m2, con celosías arábigas en todo el medio, construido en 1977 y localizado en Rashid, paralelo al deteriorado y antiguo Ministerio de Defensa (destruido durante los bombardeos de 1991). Cuando llegué, permanecía en pie una estatua de Saddam con la mano izquierda en posición de saludo y la derecha sosteniendo contra su pecho un libro (aunque no se crea, Hussein, autor de varios libros, particularmente novelas, era un lector voraz y consecuente). Entiendo que esa estatua fue derrumbada, como todas las otras. En las escaleras del frente estaba un grupo de soldados norteamericanos, algunos de ellos latinos. Fumaban sus colillas de cigarro con desidia y se divertían con bromas rápidas. No voltearon ni para mirarme. La fachada, en el centro, sufrió daños por el fuego, que alcanzó a quemar las paredes, dejando manchas negras enormes. Rompió con tal fuerza las ventanas que imprimió en el sitio un aire melancólico.

Casi a las once de la mañana del 10 de mayo, entré con mi grupo de trabajo. Éramos unos cinco o seis, guiados por un coordinador. La puerta tenía un gigantesco candado, que fue abierto con gran recelo. La entrada, protegida del sol por un saliente en cuyo borde hay unas letras en árabe que exaltan la fe y el nombre de la biblioteca, dejaba ver en el interior a decenas de obreros y expertos que trabajaban en el lugar. Y entonces sobrevino lo que creí una pesadilla: encontré una atmósfera de guerra en el más craso estilo. La luz, filtrada con reservas y ambigüedad por las ventanas, dejaba a la vista muebles destrozados por doquier y miles de papeles en el piso. La sala de lectura, el fichero de madera con el catálogo de todos los libros y los estantes mismos habían sido literalmente arrasados sin piedad. Pero mientras continuaba mi camino, las escenas aumentaban su poder de conmoción. La estructura se veía tan severamente afectada que la juzgué precaria: difícilmente soportaría el impacto de un temblor mínimo. Aún había cenizas por todo el piso. Los archivos de metal estaban quemados, abiertos y vaciados en gran medida.

El saqueo de la Biblioteca, según me comentaron, estuvo precedido por algunos hechos desconcertantes. Primero fue el ataque a Bagdad con bombas Moab y misiles, que destruyeron más de 200 edificios públicos, decenas de mercados y negocios. La operación fue llamada "Impacto y pavor" y se mantuvo durante los últimos días de marzo. El 3 de abril se iniciaron los combates en el aeropuerto Saddam Hussein, a diez kilómetros del centro. El 7 ya había tanques en las calles. Hacia el 8 de abril, las tropas norteamericanas ya tenían control de ciertas zonas de Bagdad, una ciudad bastante extensa si se considera que ocupa casi 24 kilómetros y cuenta con más de 730 barrios.

Los ataques, no obstante, además de la información de que el régimen de Saddam Hussein había caído y el presidente había huido con sus hijos a un refugio, provocaron una confusión general. No había policía y los soldados norteamericanos tenían órdenes expresas de no disparar contra civiles ni atender peticiones ajenas a los objetivos militares. El miércoles 9 de abril cayó la gran estatua de Hussein en la plaza central. Un soldado llegó incluso a poner una bandera de Estados Unidos en la cara, y poco después corrigió su gesto y la remplazó con una bandera iraquí. Una vez que estas imágenes circularon y el rumor se confirmó, una oleada humana, reprimida por diez años de bloqueo económico y una dictadura implacable, se lanzó a las calles sin control. El pillaje inicial se dirigió contra los palacios y las casas de los jefes iraquíes. De los hospitales se llevaron hasta las camas. En las tiendas, los comerciantes, armados con pistolas, fusiles y barras de hierro, montaban guardia y ahuyentaban a los ladrones, muchos de ellos jóvenes, niños y mujeres. No pocos fueron los lugares, considerados símbolos del régimen, que sucumbieron entre el 9 y 10 ante la violencia de los saqueos.

Fue el día 10 cuando, procedente de los suburbios, se reunió una multitud en la Biblioteca, que no estaba defendida por ninguna unidad militar. Al inicio predominaron la cautela y la prisa, luego el descaro, y una anarquía impuso las reglas de saqueo. Niños, mujeres, jóvenes y ancianos se hicieron con todo lo que pudieron, de un modo selectivo, como si hubieran ido de compras. El primer grupo de saqueadores, que contaba con un apoyo externo, sabía dónde estaban los manuscritos más importantes y se apresuró a tomarlos. Otros saqueadores, hambrientos y resentidos con el régimen depuesto, llegaron después, en busca de objetos valiosos, y provocaron el desastre posterior. La muchedumbre corría por todos lados con los libros más valiosos. También cargaban consigo las fotocopiadoras, resmas de papel, los equipos de computación, las impresoras, los muebles y las máquinas donadas por la Unesco. En las paredes, quedaron escritos mensajes como "Muerte a Saddam", "Muere Saddam", "Saddam apóstata". Inexplicablemente, un camarógrafo filmó sin prisa estos actos y luego se desvaneció sin dejar rastro. Es posible que cualquier día podamos ver esa triste cinta, que va a revelar un misterio tan curioso como el de la quema de la Biblioteca de Alejandría: ese misterio es cómo sabían los saqueadores que las tropas norteamericanos no les dispararían y por qué algunos de ellos tenían listas con órdenes.

Los saqueos se repitieron una semana más tarde y, sin mediar palabra, un grupo llegó en autobuses de color azul, sin sellos oficiales, el día 13, y alentado por la pasividad de los militares que circulaban unas calles más allá, roció con algún combustible los anaqueles y les prendió fuego. Es obvio que se hicieron también piras con libros para encenderlos. Según otra versión, se usaron fósforos blancos, de procedencia militar, para el incendio, y hay evidencias que lo confirman. Pasadas unas horas, una columna de humo podía verse a más de cuatro kilómetros y en ese incendio voraz desaparecieron las obras. Entre otros daños, ardieron las viejas máquinas y algunos periódicos. En el tercer piso, donde estaban los archivos microfilmados, no quedó nada. El calor, según pude constatar, fue tan intenso que dañó el piso de mármol y causó severos deterioros en las escaleras de concreto y el techo. Todo se convirtió en oscuridad y, por supuesto, en ruina. En el mismo ataque fue destruido el Archivo Nacional de Iraq, en la segunda planta de la Biblioteca, que contaba, por cierto, con un equipo de trabajo de 85 personas. Desaparecieron millones de documentos (algunos hablan de doce millones; otros, de dos o tres millones), incluso algunos del período otomano, como los registros y decretos.

La excusa de Rumsfeld

Concluido el desastroso pillaje, no había literalmente nada que hacer. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, a manera de excusa ante estos hechos, comentó que "la gente libre es libre de cometer fechorías y eso no puede impedirse". El anterior director de la Biblioteca se lamentó con nostalgia: "No recuerdo semejante barbaridad desde los tiempos de los mongoles". Aludía a que en 1258 las tropas de Hulagu, descendiente de Gengis Kan, invadieron Bagdad y destruyeron todos sus libros arrojándolos al río Tigris.

Es tal el daño en el edificio de la Biblioteca que los coordinadores culturales de la CPA decidieron demolerlo y utilizar otra sede, bien un palacio o alguna instalación como el Club Militar de Iraq. Me comentaron que llevarían los libros a la Universidad Bakr. Los archivos, por su parte, podrían ponerse en un lugar diferente, y lo que se salvó subsiste en bolsas, sin que se haya tomado ninguna medida oficial de preservación. Una gran duda se refiere a la situación lamentable que atraviesan los empleados. Antes había 119 personas, dirigidas por Khamel Djoad Hachour. Sus salarios, pagados con mezquindad, no han garantizado su estabilidad laboral.

En cuanto a las pérdidas, debo asegurar que más de un millón de libros se quemó, a lo que debe añadirse la gran cantidad de textos perdidos. La Biblioteca, además de ocuparse del depósito legal, constaba de tres partes: impresos, periódicos y archivos. El depósito legal consistía en la entrega de cinco ejemplares, aunque la situación económica redujo considerablemente esta práctica. Miles de donaciones enriquecieron el centro durante años. La entrada del Archivo Nacional, hoy cerrada con candados, muestra los signos de una quema terrible (parece la puerta de un ascensor en ruinas) y el destrozo de todo lo que existía en su interior. En el dintel, alguien colocó un letrero con un aviso: "Silencio". Papeles y papeles yacen por el piso, en cenizas.

Es difícil decir, a estas alturas, qué libros se destruyeron y cuáles no. En las calles, en las ventas de libros, pueden conseguirse volúmenes de la Biblioteca Nacional a precios irrisorios. Los viernes, en la feria de la calle Al-Mutanabbi, estas obras salen a la venta. Personalmente, pude ver un tomo de una enciclopedia árabe con el sello oficial estampado en su portadilla. Hubo un intento de borrarlo, sin éxito. También encontré un volumen titulado Miskhaf Resh (Libro negro), sobre la cultura de los yezidíes, un grupo religioso que habita el norte de Iraq. Se trata de una etnia extraña, a la que se la conoce como "adoradores del diablo" debido a su fe en Melek Taus, o "Pavo Real". Los yezidíes manifiestan que Dios ya perdonó al demonio y que éste vive a su lado. Por razones simbólicas, detestan el color azul, fabrican templos en los lugares de peregrinación y no van a La Meca, sino a la tumba del Sheikh Adi, cerca de Mosul.

Entre otros textos, desaparecieron ediciones antiguas de Las mil y una noches, de los tratados matemáticos de Omar Khayyam, los tratados filosóficos de Avicena (en particular su Canon), Averroes, Al Kindi y Al Farabi, las cartas del Sharif Husayn de La Meca, textos literarios de escritores universales como Tolstoi, Borges, Sábato, manuales de historia sobre la civilización sumeria... Es sorprendente, y lo digo con la mayor malicia del caso, que la primera destrucción de libros del siglo XXI haya ocurrido en la nación donde tuvo lugar la invención del libro en el año 3200 a.C.

Afortunadamente, se salvaron numerosos libros al trasladarlos a lugares secretos o apartarlos a zonas más alejadas de la Biblioteca. La historia de este esfuerzo por salvar los volúmenes confirma el inmenso amor que sienten los iraquíes por su cultura. Hoy perduran, por ejemplo, 500.000 volúmenes almacenados en el primero y segundo pisos, en pilas sin clasificación. No cuentan con protección, porque los soldados ya no resguardan el edificio. Esta tarea se ha asignado a algunos empleados shiitas. Además de estos libros, Al-Sajid Abdul-Muncim al-Mussawi, líder religioso, ordenó a sus fieles rescatar de la Biblioteca casi 300.000 libros que se transportaron en camiones hasta la mezquita de Haq, donde se amontonaron en hileras interminables que llegan en algunos casos al techo. No vacilaría en advertir que las condiciones son pésimas y es probable que diversos insectos comiencen a atacar los textos, aunque Mahmud al-Sheikh Hajim, su protector, estima que peor habría sido su destrucción. Lo curioso es que el grupo que salvó estos libros alega que pertenece a un Colegio de Clérigos shiitas, mejor conocido como Al-Hawza al-Ilmija. Para estos religiosos, los libros son sagrados.

Asimismo, hay unos 100.000 libros más en una instalación que perteneció al Departamento de Turismo. Y varios intelectuales me mostraron libros ocultos en sus casas hasta que retorne el orden o se vayan los "extranjeros". Un pintor que no quiso identificarse compró en las ferias de libros decenas de textos sólo para cuidarlos. La mayor parte está depositada en lo que antes se conocía como Ciudad Saddam, un barrio pobre que alberga a más de dos millones de seres humanos hacinados en laberintos poco vistosos.

Además de esta Biblioteca, hubo otras pérdidas en Bagdad. En el Museo Arqueológico se saquearon tablillas con las primeras muestras de escritura. Ardieron más de 700 manuscritos antiguos y 1.500 se dispersaron en la Biblioteca Awqaf, en el Ministerio de Asuntos Religiosos, cuyo edificio quedó en ruinas. En la Casa de la Sabiduría (Bayt al-Hikma), cientos de volúmenes fueron exterminados por el fuego. En la Academia de Ciencias de Iraq (al-Majma' al-'Ilmi al-Iraqi), el 60% de los textos se extinguió. La universidad fue víctima de bombardeos, incendios y robos. La Madrasa Mustansiriyya fue saqueada, aunque el porcentaje de pérdidas no supera el 4%. Y eso sólo en Bagdad.

¿Quién provocó la destrucción?

¿Quién provocó esta destrucción? La mayor parte de culpa la atribuyo a la administración actual de los Estados Unidos, que desestimó todas las advertencias hechas y violó la Convención de La Haya de 1954 al no proteger los centros culturales y estimular los saqueos, lo que implica unas sanciones penales que no prescribirán. Tal vez por eso el presidente George W. Bush ha solicitado inmunidad para oficiales y soldados ante cualquier posible juicio en los tribunales penales internacionales. Tal vez por eso decidió reingresar a la Unesco, y envió a su esposa a negociar cargos ejecutivos dentro de esta organización, despedir a los asesores más incómodos, borrar sus expedientes y silenciar toda crítica. De igual modo, me atrevo a responsabilizar a miembros del régimen de Saddam Hussein por utilizar los centros culturales como bases militares y poner las bibliotecas al servicio de una ideología. Con anuencia de los directivos del partido Baa'th, permitieron que se instalasen depósitos de municiones y francotiradores en puntos estratégicos, lo que puso en riesgo el patrimonio cultural.

Debo señalar que mi estadía en Bagdad concluyó el 22 de mayo. Partí rumbo a Oxford y luego a Viena. Después de eso volví, redacté nuevos informes, divulgué mis reflexiones y desde entonces he sido objeto de amenazas por mis declaraciones y artículos, he recibido insultos y descalificaciones absurdas, y toda mi labor ha provocado molestias en la CPA. Mi escepticismo actual tiene su origen en un hecho cierto: el desorden y la violencia creciente en Bagdad no hacen propicia la reconstrucción porque supone poner en riesgo los volúmenes que se salvaron. Ninguna biblioteca, y eso hay que tenerlo presente, estará a salvo mientras Iraq sea un campo de batalla. He observado con profundo malestar que la propaganda norteamericana, por lo demás, no permite difundir lo que realmente ocurre a diario. Se sabe que dos o tres soldados norteamericanos mueren cada día, pero no se presentan las elevadas cifras de heridos y mutilados, no se dice que cuarenta soldados se han suicidado por el horror que ven, no se informa que hay más de treinta ataques permanentes y que quienes colaboran con los ocupantes extranjeros son linchados por sus vecinos. En septiembre fue atacado Piero Cordone y su chofer murió. Hace unas semanas el nuevo coordinador de bibliotecas sufrió un atentado y quedó ciego porque un joven le arrojó ácido en el rostro. Hay decenas de bibliotecarios detenidos y los que trabajan temen contar la verdad completa. Sobre esto no se dice nada. ¿Por qué? ¿Qué se intenta ocultar? Acaso la única respuesta posible a estas preguntas, y lo señalo para terminar, deba ir encabezada por este epígrafe: "La primera víctima de la guerra es la verdad". La frase, conviene recordarlo, no fue acuñada por un filósofo o un periodista. La dijo un congresista norteamericano, Hiram Warren Johnson, en 1917. Y lo peor es que los sucesos de Hiroshima, Nagasaki, Vietnam, Etiopía, Líbano, Afganistán e Iraq no cesan de darle la razón.

[1] Sobre la destrucción del patrimonio histórico-cultural de Iraq véase en CSCAweb:

[4.11.04] [0 comentarios] [#] [lista]


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