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¿Internet acabará con el género epistolar?

Autor: Carlos Martínez
Fuente: Rebelión
Url documento: http://www.rebelion.org/...

La red de redes sigue cambiando nuestros hábitos cotidianos. Ya, anteriormente, con la aparición y popularización del teléfono, casi nadie escribía cartas, en el buzón sólo encontramos facturas, recibos, propaganda (el spam en papel) y en muy rara ocasión una postal enviada con el ánimo de provocarnos cierta envidia, con su foto de una playa de arena blanca, cocoteros, aguas limpias y azules, y por detrás su texto, escueto: "nos lo estamos pasando muy bien". El género epistolar estaba reservado a dos grupos: por una parte a literatos, filósofos y otros sesudos pensadores; y por otra a enamorados con separación geográfica.

Nos instalamos Internet en casa y, en cierta medida, recuperamos el placer de escribir cartas a nuestros, eso sí, mucho más breves, cada vez más breves hasta parecerse a mensajes sms. El no va mas de la brevedad llegó con la mensajería instantánea y la telefonía IP que han relegado al correo electrónico a casi el mismo status que tenía en el previo mundo real. Así cuando tienes que escribir algo con mucho fundamento lo haces mediante e-mail, cuando es algo urgente o comentar cualquier cosa sin mucha enjundia lo hacemos con mensajería instantánea o con voz bajo IP.

¿Alguien podrá leer dentro de veinte años nuestros correos-e?

Lo que más me preocupa de esta evolución es que siempre se han recopilado, archivado y publicado la correspondencia entre filósofos, literatos o de cualesquiera personalidad por el que existiera algún tipo de interés. Las epístolas siempre han sido objeto de estudio, en ellas se mostraba el autor más sincero que en sus escritos que tenían como destino la imprenta. Además, la correspondencia es un choque dialéctico entre los dos puntos de vistas diferente, frente al discurso monolítico de otros géneros.

Hoy no tenemos la perspectiva histórica de cual de nuestros contemporáneos será, en un futuro, objeto de estudio, pero ¿se podrán recuperar sus e-mails? Sí en el 90% de los ordenadores esta instalado el sistema operativo Windows, con lo cual el disco duro suele ser formateado periódicamente, cuando casi nadie hace copia de seguridad de sus correos ¿cuantas valiosísimas cartas hemos perdido para siempre cuando si hubieran sido escritas en papel no se hubieran destruido? Al final parece que el papel es el mejor medio de conservación de las ideas, pero tanto el coste económico como medio ambiental, así como los problemas de espacio en nuestros pequeños pisos, hace que sea muy poco usual imprimir los correos.

¿Que hacemos con nuestros miles de correos?

El problema también lo podemos situar hoy y en nuestros ordenadores. No se cuantos correos se suele recibir por usuario medio en Internet, pero sin duda bastantes. El spam lo borramos inmediatamente (por que los filtros anti-spam son tan "efectivos" que nos pueden dejar totalmente incomunicados), así como las "tonterías" que recibimos y difundimos todos. Los adjuntos, sean fotos o cualquier otra cosa, los podemos guardar en cualquier carpeta. Pero siempre hay correos a los que les tenemos un especial "cariño".

Al final este tipo de correos que no queremos borrar van aumentando y de pronto los perdemos todos, por que al final el programa de correo acabe por no poder gestionar estos correos, por el temible formateo del disco duro o que a este le llegue el final de sus días.

Mas o menos, muchos usuarios saben hacerse la copia de seguridad de "Mis documentos" con la grabadora de cds o dvds, pero muy pocos conocen el método para guardar sus correos o direcciones. Una de las soluciones son los correos web, tipo gmail o yahoo. Estos también tienen sus inconvenientes: estamos bajo un oligopolio en el que tenemos que tragar con una cuota adicional de publicidad y, en el caso de gmail, el "rastreado" de nuestros correos para que los mensajes publicitarios estén hechos a medida.

El problema de los formatos olvidados

Lo reflexionado acerca de los correos electrónicos también puede valer para casi cualquier tipo de archivo informático. Lo primero que escribí con un ordenador lo hice con un procesador de textos que se llamaba Display Writer III y los guardaba en un disquete 5-1/4 pulgadas. Yo no podría recuperar esos archivos, por que ni tengo el programa ni tengo el lector para esos disquetes, y estoy hablando de hace doce años. Sin embargo los libros no tienen esa fecha de caducidad, la única dificultad que nos podemos encontrar para los libros escritos hace siglos es la comprensión del castellano antiguo.

Mientras están en marcha un proyecto de Google para digitalizar las bibliotecas de varias universidades norteamericanas e inglesas y otro similar puesto en marcha por el gobierno francés, no estaría de más que las Bibliotecas Nacionales, Universidades u otro tipo de instituciones similares se plantearan hacer justo lo contrario: imprimir documentos digitalizados.

[30.5.05] [0 comentarios] [#] [lista]

La cuarta herida

Autor: Carlo Frabetti, escritor y matemático
Fuente: Gara, 06/05/2005
Url documento: http://www.gara.net/...

Decía Freud que, a lo largo de la historia, la humanidad había sufrido tres grandes «heridas narcisistas», es decir, tres golpes de gracia en su orgullo colectivo como especie.

La primera fue la revolución copernicana: no somos el centro del universo, sino los modestos inquilinos de un pequeño planeta que gira alrededor de una estrella periférica de una de las incontables galaxias perdidas en el espacio.

La segunda fue la teoría de la evolución (que, por cierto, hace mucho que dejó de ser una teoría para convertirse en una evidencia irrefutable). La raza humana no es algo aparte, el resultado único e inigualable de un acto de creación especial, sino un eslabón de una cadena evolutiva que nos emparenta con todos los demás seres vivos y nos convierte en primos cercanos de los simios.

La tercera gran herida narcisista fue, según Freud, el propio psicoanálisis, o, más exactamente, la constatación de que nuestra conducta viene determinada en gran medida por procesos inconscientes que no sólo no controlamos, sino que ni siquiera conocemos.

No sabemos si Freud llegaría a darse cuenta de que, a principios del siglo XX, la humanidad sufrió una cuarta herida narcisista comparable a las tres anteriores, y en cierto modo aún más profunda. Tuvo tiempo de sobra (Freud murió en 1939), pero tal vez le faltaran la disposición mental y los conocimientos necesarios para reconocer los síntomas de esa cuarta herida. Pues muy pocos han comprendido, en los cien años que ya han transcurrido desde la formulación de la teoría de la relatividad, que esa deslumbrante revolución científica (consumada por la mecánica cuántica), a la vez que pone en nuestras manos un extraordinario poder, nos enfrenta a una insospechada impotencia intelectual. Einstein, que solía decir: «Si no puedo dibujarlo, no lo entiendo», nos ha legado, paradójicamente, un mapa del mundo indibujable.

El nuevo modelo de la realidad que se desprende de la relatividad y de la mecánica cuántica, es de una precisión maravillosa, pero a la vez resulta intrínsecamente incomprensible, inaccesible a la imaginación; más aún, ofensivamente contrario a la intuición. El espacio y el tiempo son nuestros referentes más básicos e inmediatos, el substrato de nuestras percepciones (es decir, de nuestra existencia misma, como ya lo comprendió Berkeley cuando dijo que ser es percibir). Y la relatividad demuestra que los dos absolutos newtonianos, los dos pilares de la realidad, no sólo no son absolutos sino que ni siquiera son dos: forman una sola entidad indivisible y maleable, un inconcebible espacio-tiempo que se estira y se dobla como un chicle tetradimensional.

Y, por si esto fuera poco, la mecánica cuántica añade que las inexorables cadenas de causas y efectos que hacen del mundo un lugar ordenado y previsible, no son más que la superficial apariencia macrofísica de un inconcebible microcosmos donde reina el azar.

Podríamos sumar a la lista una quinta herida, infligida en el corazón mismo de nuestra racionalidad por los teoremas de Gödel, que introdujeron en el aparentemente imperturbable campo de la lógica el concepto de indecidibilidad. No sólo no controlamos plenamente la elusiva realidad exterior, sino ni siquera nuestros propios constructos mentales: como demostró Gödel en 1931, no podemos enunciar sistemas lógicos de una cierta complejidad (como, por ejemplo, la aritmética elemental) que sean coherentes y completos, pues siempre contendrán proposiciones indecidibles, es decir, de las que no podremos decir si son ciertas o falsas.

Corren, pues, malos tiempos para el dogmatismo. Pero, paradójicamente, también son tiempos difíciles para el pensamiento libre (valga el pleonasmo, ya que si no es libre no es pensamiento). Pues el establishment, que intenta llevar todas las aguas a su molino y triturar en él todas las ideas potencialmente subversivas, ha derivado de las fecundas corrientes relativizadoras del siglo XX el espúreo relativismo posmoderno de los «nuevos filósofos», el «pensamiento débil» y las diversas trivializaciones del estructuralismo, entre otras mixtificaciones. «Los grandes discursos globalizadores ya no sirven», dicen los voceros de un neoliberalismo ferozmente globalizador, y al decirlo señalan con dedo acusador o gesto displicente hacia el marxismo.

Pero, por el contrario, los discursos globalizadores son más posibles y más necesarios que nunca. Y no tienen nada que ver con el dogmatismo. De hecho, el más globalizador (y eficaz) de los discursos, el discurso científico, es a la vez el menos dogmático, el más consciente de su provisionalidad y de sus límites. Unos límites que la relatividad, la mecánica cuántica y los teoremas de Gödel, entre otros grandes logros intelectuales del último siglo, han definido con una claridad deslumbrante, provocando un cambio de paradigma que, lejos de debilitar el pensamiento, lo ha fortalecido extraordinariamente. Un cambio de paradigma que, hasta hoy, sólo de forma superficial, cuando no mixtificadora, ha dejado sentir su influencia fuera del campo estrictamente científico. Y, por tanto, una de las más urgentes tareas que nos impone el turbulento siglo que empieza es la de asimilar, difundir y poner al servicio de la sociedad las trascendentales hazañas intelectuales del anterior.

Una dialéctica sin dogmas, hija del marxismo del siglo XIX y de la ciencia del siglo XX, tiene que ser el instrumento teórico del socialismo sin represión y sin fronteras del siglo XXI.

[6.5.05] [0 comentarios] [#] [lista]


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Publicación: Blogger | Estadísticas: eXTReMe Tracking

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